Criminal tacañería
Lo de “primero los pobres” no fue para el medio de transporte más popular de la capital. En tanto se deslindan las culpas de servidores públicos anteriores o actuales que resulten imputables, la
tragedia en el Metro tiene un responsable: el gobierno capitalino, obligado por ley a sufragar todos los gastos funerarios y hospitalarios, así como las indemnizaciones que merecen los sobrevivientes y familiares de los fallecidos.
Esto no es una generalidad, incluye el importe de teléfonos celulares, relojes, aretes, collares, tabletas electrónicas, audífonos, ropa y demás accesorios y equipos de las víctimas, e igual de
los vehículos destruidos y el importe de las prótesis y gastos de rehabilitación y manutención de los heridos que hayan quedado incapacitados, e inclusive del sostén de sus familias y
la educación de sus hijos y otros dependientes en casos de invalidez laboral.
Aunque después ofreció disculpas por el tuit en que sugirió no descartar “un posible sabotaje” en el colapso de la Línea 12 del Metro, el subsecretario federal de Electricidad, Sergio Saldaña, reflejó el enfermizo y recurrente impulso de la 4T por buscar otras causas donde sea, menos en la gestión de la tarea por la que la sociedad paga.
Mientras arrojan luz los estudios periciales de la desgracia que altera de manera dramática la existencia de un centenar de familias de muertos y lesionados, por lo pronto es evidente que la fórmula presidencial “90 por ciento de honradez y 10 por ciento de experiencia” en los gobiernos morenistas puede acarrear consecuencias funestas y horripilantes.
Llevado ese planteamiento al extremo, no tengo la menor duda de que a los usuarios del Metro nos valdría un cacahuate si los directivos del Sistema de Transporte Colectivo son corruptos o no, siempre y cuando sean eficientes en la operación del medio de transporte más popular e imprescindible de Ciudad de México.
De ahí que las pasmosas declaraciones de Florencia Serranía en otros graves “incidentes” cobren especial actualidad: “Solo soy la directora del Metro”, dijo, y en silvestre congruencia con la prédica de “ahorro” y “austeridad republicana”, se negó a nombrar un director de Mantenimiento y anunció que asumiría ella la responsabilidad.
Que el desastre se politice resulta explicable. Hoy le toca a los lópezobradoristas, que desde su incubación en el PRD politizaron el incendio de la Guardería ABC hasta los casos Ayotzinapa, Tlatlaya y Tanhuato, el paso exprés de la autopista del sol, las estancias infantiles dizque “panistas”, la ciencia y tecnología, la crítica periodística, las medicinas contra el cáncer infantil o la
vacunación contra la Covid (Mario Salgado la usa en sus spots como si la pagara él o “ya sabes quién”).
El Metro es una obra clave, viva, en permanente crecimiento (solo como jefe de Gobierno AMLO no le añadió ni un centímetro), que demanda cuidado y mantenimiento extremos, pero se le redujo el presupuesto para destinarlo a las dádivas de los programas sociales y las caprichosas obras emblemáticas...