Megalomanía, reforma y sevicia
Las decisiones del presidente López Obrador en el ocaso de su gestión lo confirman megalómano, fantasioso, narcisista, jactancioso y extravagante.
A la vista del mundo (literal: de todo el mundo con las alertas del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las organizaciones de abogados, jueces y magistrados de los países más avanzados y los gobiernos de Canadá y Estados Unidos) está su abusiva reforma al Poder Judicial, que destila una mezcla de venganza y abuso de poder.
López Obrador no se satisface con el aplastamiento a la oposición en las pestilentes jornadas legislativas en que se aprobó su destructiva iniciativa. Quiere además humillar a quienes no están de acuerdo con sus caprichos.
Su apetito de grandeza lo ha hecho compararse con los emblemáticos próceres Hidalgo, Juárez y Madero, aunque estos dos ya no son tan importantes para su sucesora Claudia Sheinbaum, quien afirma que López Obrador es “el mejor presidente de la historia”.
(La Presidenta electa, por cierto, ha censurado el paro -sin dejar de atender los asuntos más urgentes- de los 55 mil trabajadores del Poder Judicial y les ha reprochado que sigan cobrando sus salarios, pero este miércoles acompañó a López Obrador, durante tres horas, en un encuentro con los representantes de la corrosiva, rijosa, chantajista, violenta y eufemística Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, cuya militancia mantiene a sus alumnos en el más bajo nivel de aprovechamiento escolar y suspende clases cuando se le da la gana -paralizó nueve meses Oaxaca- sin dejar nunca de cobrar. También por cierto, gran parte de los devotos de la 4t chillaban como plañideras por el despido -holgada y multimillonariamente recompensado- de 44 mil trabajadores de la onerosa y deficiente compañía Luz y Fuerza del Centro, cuyos salarios y prebendas sindicales equivalían a más de 70% de los ingresos de la empresa, a la que el gobierno tenía que subsidiar con 42 mil millones de pesos al año).
El caso es que AMLO quiere coronar su omnipotencia y colmar su insaciable autoestima el próximo domingo patriota y patriotero con la previsible arenga “¡Viva la reforma judicial…!”, cuando todo indica que se dará una siniestra paradoja:
De lo aprobado con lacayuna celeridad por sus huestes legislativas (en el Congreso oaxaqueño lo hicieron en una triste y evidentemente insuficiente hora de “lectura, discusión y aprobación”), dijo ayer en la mañanera:
“Sería bueno pensar que se publique el 15 de septiembre, porque es una reforma importantísima; es reafirmar que en México hay una auténtica democracia; que el pueblo elige a sus representantes; que el pueblo elige a los servidores públicos de los tres poderes, que esa es la democracia…”.
Vaya sevicia, vaya crueldad: el mismo día en que se conmemora el inicio de la Independencia Nacional, el Presidente quiere publicada en el Diario Oficial de la Federación la reforma que fulmina la independencia del Poder Judicial…
Carlos Marín
cmarin@milenio.com