Lo mismo y nada de conciliación
Contra las cándidas expectativas (para empezar las mías) de que Claudia Sheinbaum aprovecharía su asunción para dar un saludable mensaje de conciliación a sus gobernados, nada de lo que dijo ayer sofoca los odios que sembró su antecesor.
Tampoco se movió un milímetro de la ruta que le dejó trazada López Obrador, a quien antes que otra cosa rindió culto a su personalidad:
“La historia y el pueblo lo ha juzgado. Andrés Manuel López Obrador, uno de los grandes. El dirigente político y luchador social más importante de la historia moderna. El presidente más querido, sólo comparable con Lázaro Cárdenas, el que inició y termina su mandato con más amor de su pueblo y para millones, aunque a él no le gusta que se lo digan, el mejor presidente de México (…). Nos ha pedido en varias ocasiones no develar bustos ni poner su nombre en calles, avenidas, barrios o colonias; tampoco monumentos ni hacer grandes homenajes. La verdad que no hace falta, porque estará por siempre donde sólo residen los que luchan toda la vida, los que no se rinden, los que devuelven la esperanza y la alegría, usted estará siempre en el corazón del pueblo de México”, dijo en San Lázaro y lo enfatizó en el Zócalo azuzando el coro “¡Es un honor estar con Obrador…!”.
Del flagelo que más lastima a la sociedad, el de la inseguridad y la violencia, seguirá aplicando las mismas fallidas recetas comenzando por la más ofensiva para los pobres:
“Nuestra convicción es que la seguridad y la paz son fruto de la justicia y nuestra estrategia consiste en cuatro ejes: atención a las causas y cero impunidad, inteligencia e investigación, fortalecimiento de la Guardia Nacional y coordinación con municipios, estados y Ministerio Público…”.
¿Acaso la pobreza es el semillero de la delincuencia? ¿No hay criminales clasemedieros y ricos ni “delitos de cuello blanco”? ¿Y los “halcones” y asesinos de las narcobandas homicidas y extorsionadoras no son jóvenes construyendo su futuro?
De la destructiva reforma al Poder Judicial celebró que el pueblo elegirá a los juzgadores igualito que se elige a gobernantes y legisladores, sin considerar que aquellos no representan a nadie sino sólo a las leyes (y éstas no votan).
Aseguró que el demagógico método de selección le dará más independencia y autonomía al Poder Judicial y derrapó:
“Si el objetivo hubiera sido que la presidenta controlara la Suprema Corte, hubiéramos hecho una reforma al estilo Zedillo. No. Eso es autoritarismo, nosotros somos demócratas”.
Como a López Obrador, nadie le dijo a tiempo que con Zedillo, precisamente, el Poder Judicial cobró genuina independencia y se instauraron las controversias constitucionales contra acciones arbitrarias del Congreso y la Presidencia misma (comenzando por la suya).
Prometió respetar derechos y libertades consagrados en la Constitución que había ya jurado acatar y, de pilón, ofreció lo que nunca, como AMLO, podrá cumplir: dar con un paradero de los desaparecidos de Ayotzinapa distinto al que se conoce ya…
Carlos Marín
cmarin@milenio.com