Peor si desunidos vamos a una guerra
La presidenta Claudia Sheinbaum platicó ya con Donald Trump y dice que la conversación fue excelente porque “abordamos la estrategia mexicana sobre el fenómeno de la migración y compartí que no están llegando caravanas a la frontera norte porque son atendidas en México. También hablamos de reforzar la colaboración en temas de seguridad en el marco de nuestra soberanía y de la campaña que estamos realizando en el país para prevenir el consumo de fentanilo”.
Con el respeto debido, lo más importante lo dejó en el misterio: lo que a ella le dijo su peligroso interlocutor.
Es de lamentar que los cuatroteros en el Congreso, mientras los amagos externos crecen, no vean más allá de sus narices y sigan concentrados en la ejecución de los demenciales caprichos de López Obrador para extinguir la separación de poderes y las instituciones autónomas que abominaba.
Por blofero, fanfarrón y bribón que sea Trump, faltan sólo dos meses para que inicie su gobierno y eche a andar lo que puede convertirse en una guerra comercial, pero este riesgo agarra a los mexicanos divididos.
Sheinbaum sabe que el ojo por ojo y arancel por arancel de que previno antier a Trump no les conviene a Estados Unidos y Canadá, pero mucho menos a México.
Bien que se prepare con la batería de líderes empresariales que diseñará una estrategia de política industrial, atracción de inversiones y sustitución de importaciones, mismo equipo que acompañará en el cuarto de al lado las negociaciones del gobierno cuando se revise el T-MEC.
“Estamos de acuerdo en una cosa y es sacar adelante a México; y estamos de acuerdo en abogar porque no haya aranceles, porque afectan a empresas estadounidenses, a empresas canadienses, afectan al consumidor, afectan a los pueblos. Entonces, esta es una muestra de que estamos unidos”, dijo Sheinbaum en su conferencia de ayer.
Unidos estarán gobierno y empresarios, pero ninguno de estos con la sociedad que dejó enconadamente fracturada el obradorato.
Frente a la amenaza trumpiana, lo ideal habría sido que los mexicanos estuviéramos unidos, no “cerrando filas” en torno de Sheinbaum, como pide el secretario Marcelo Ebrard, sino como nación, pero el arraigado, ensoberbecido y lacayuno lopezobradorismo lo impide.
A dos meses de haber asumido la primera magistratura, Sheinbaum prefiere mantener cohesionados a sus partidarios y simpatizantes y nada indica que pretenda la conciliación social.
¿Un México dividido puede enfrentar con éxito los trumpazos que vienen?
Procede recordarle a Sheinbaum lo que Ifigenia Martínez, la lideresa histórica por quien asegura haber votado para presidenta, quiso decirle en la toma de protesta:
“…Que nuestras diferencias no nos dividan, sino que sean la fuente de propuestas y de soluciones compartidas a los distintos retos que enfrentamos. Hoy, más que nunca, necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir, juntas y juntos, un país más justo y solidario. Es tiempo de altura de miras…”.
Carlos Marín
cmarin@milenio.com