La 4T atiza la discriminación
El 13 de agosto de 1521 Cuauhtémoc trataba de escapar del enemigo pero su barca fue descubierta por los españoles en aguas de su señorío, Tlatelolco (el islote gemelo de Tenochtitlan donde los mexicas levantaron su metrópoli), y la captura del último tlatoani en esa fecha se asume como la consumación de la conquista.
Hoy, la efemérides de una indiscutible derrota de una etnia específica (superada por fortuna con la mezcla de razas y culturas) es vista por la 4T como los “500 años de resistencia”, eufemismo que niega la deprimente condición de casi siete y medio millones de “indígenas”, tan mexicanos como las 68 poblaciones autóctonas que hay en el país, incluidos los descendientes de los antiguos tenochcas y, desde luego, la inmensa mayoría de mestizos que, en conjunto, conformamos la población del país: casi 128 millones de personas.
Por eso carece de sentido la afirmación dicha el pasado viernes por el presidente Andrés Manuel López Obrador:
“Este desastre, cataclismo, catástrofe, como se le quiera llamar, permite sostener que la Conquista fue un rotundo fracaso. ¿De qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la nación, el imperio, o la monarquía dominante no logra en tres siglos de colonización ni siquiera recuperar la población que existía antes de la ocupación militar…?”.
Al margen de que con la detención de Cuauhtémoc culminó una embestida militar comandada por españoles pero sobre todo a manos de decenas de miles de tlaxcaltecas, zempoaltecas, otomíes, texcocanos y otros pueblos hartos de los mexicas, el dominio colonial jamás tuvo como fin repoblar el territorio para igualar o superar las vidas perdidas durante y después de la conquista, y no tantas en las batallas, sino por la viruela que les llegó y contra la cual los mal llamados “originarios” no tenían defensa alguna.
Los efectos de esa peste fueron aludidos por AMLO:
“Ahora que estamos padeciendo del Covid tenemos que reconocer que en un año se contó con una vacuna, y en el caso de la viruela se tuvo una vacuna casi 300 años después de que empezó a afectar esta epidemia en México-Tenochtitlan...”.
No solo allí, procede recordar, sino en todos los asentamientos prehispánicos 300 años antes de fundarse el México actual.
La errada insistencia en centralizar el dominio español a su victoria sobre los tenochcas implica un agraviante desdén por las restantes etnias, como consta en la pantomima que se montó en la Plaza de la Constitución con un pedestre “Templo Mayor”… a unos pasos del original.
¿Qué pensarán en Chiapas los tzotziles, tzeltales y tojolabales; los kikapúes de Coahuila; los mayas de Campeche y Yucatán; los purépechas de Michoacán; los rarámuris de Chihuahua; los triquis y mixes de Oaxaca; los huastecos de Tamaulipas; los coras nayaritas; los amuzgos, mixtecos y tlapanecos de Guerrero; los chichimecas de Zacatecas; los tehuas de San Luis Potosí o los seris de Sonora, que para la 4T los que históricamente importan sean los aztecas…?