Mezquindad ante el premio a Matos
“¡Detente oh mortal”!, me ordenó Eduardo Matos Moctezuma cuando, guiado por él, fui a conocer el museo del Templo Mayor que se había inaugurado unos días antes (12 de octubre de 1987), en la efemérides de una fecha que la 4T sataniza.
Me conducía y explicaba cada escultura, cada recipiente, cada piedra labrada y cada estructura cuyo rescate encabezó después de que, en una excavación de obra eléctrica (en las calles Guatemala y Argentina), los trabajadores descubrieron el enorme monolito de la Coyolxauhqui (la hija de Coatlicue) que Huitzilopochtli descuartizó.
En la penumbra del recinto donde luces indirectas permiten transitarlo, el investigador que en octubre próximo recibirá en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, señaló la vitrina que guarda el lingote de oro en que se asoman vestigios de las sortijas prehispánicas con que fue fundido, el único que se conserva en el mundo entre todos los incontables que los conquistadores moldearon (como birote) para poderlos acomodar bajo sus fornituras, y que alguno perdió (por donde hoy están las oficinas del SAT, frente a la Alameda) cuando escapaba rumbo a Tlacopan (Tacuba) en la huida de la oche triste.
“Es el tejo por el que me preguntabas, mortal”, presumió un Matos bien enterado de la historia del hallazgo y su rescate por el ingeniero Sergio González Krag (reconstructor de la Unidad Tlatelolco después del sismo del 85).
La memoria de aquel encuentro (tuvimos otros en las escalinatas y excavaciones de las capas menos antiguas del Templo Mayor) se refresca y me alegra porque el excepcional arqueólogo y antropólogo mexicano -muy probablemente emparentado con alguno de los Moctezuma, Ilhuicamina o Xocoyotzin históricos-, mestizo como yo y crítico de la reinvención de la historia nacional en marcha, ha sido reconocido por la monarquía que se rehúsa a ofrecer las disculpas que le exige el presidente López Obrador por lo sucedido hace más de 500 años (en un territorio que no era país y donde no estuvimos ni fuimos conquistados ninguno de quienes habitamos hoy México y España).
En contraste con mi regocijo por Eduardo Matos, el silencio del lópezobradorismo durante casi todo el día ensordecía, pero la Secretaría federal de Cultura emitió por la noche una escueta felicitación (después de que el nuevo embajador en España hiciera lo mismo).
Apestaba a otro mutis oficial porque en julio pasado, cuando Enrique Krauze recibió del rey Felipe VI el III Premio de Historia Órdenes Españolas, ni pío dijo el gobierno.
La medida de la mezquindad cuatroteista la destiló el desacreditado y sectario Pedro Salmerón (abortado candidato a embajador que rechazó Panamá por su historial de acosador sexual): “Eligieron al de la visión salinista del encuentro de dos mundos”, vomitó en Facebook.
Día de globos y confeti: se supo también que tres periodistas que detesta la 4T son, entre diez del planeta, los más seguidos en Twitter: Carlos Loret de Mola, Joaquín López-Dórica y Carmen Aristégui…