Periodistas, no moros con tranchetes
El actual no es el primer gobierno que desaprovecha su poder de comunicación con desviaciones de lo que más importa rumbo a temas que no vienen al caso. En vez de centrar su mensaje en un asunto específico, abre un abanico de temas del que cada periodista y medio seleccionan lo que creen puede interesarle a sus audiencias.
Ayer, por ejemplo, algo menos del cinco por ciento de lo que se trató en la conferencia presidencial relegó lo dicho sobre lo que más apremia: el coronavirus, de lo cual habían hecho sus exposiciones el canciller Marcelo Ebrard y el
secretario de Salud, Jorge Alcocer.
López Obrador, sin embargo, introdujo lo que viene siendo una constante: su aversión al periodismo que destripa la cruda realidad. Y lo hizo a partir del convencimiento antiguo y equivocado de que los medios impresos y televisivos (confía más en blogueros como los que cada mañana le lamen los pies) conspiran en su contra y sirven a intereses
despreciables.
“Esta conferencia mañanera, ahora dedicada a informar sobre el coronavirus, tiene el propósito también de seguir informando y, sobre todo, contrarrestando la campaña de desinformación, de distorsiones que está en alta. La mayoría de los medios de comunicación se dedican a desinformar”, empezó a decir. Siguió con viñetas anodinas de
equivocaciones periodísticas que ni aclaración merecen y se fue de largo: “¿Saben qué hay en el fondo de estas personas? Pues es su interés obsesivo, enfermizo, irracional de mantener el régimen corrupto.
Les molesta mucho el que se esté llevando a cabo una transformación en el país, quieren que se regrese al régimen de corrupción, de privilegios, de injusticias y por eso no señalamientos, no crítica constructiva: ataques. Imagínense si estos conservadores se imponen, triunfan y regresamos a lo de antes, pues es como aceptar vivir eternamente padeciendo la peste de la corrupción. Eso es lo que está en el fondo. Les convenía a ellos tener secuestrado al gobierno” y que éste “estuviese convertido en un comité al servicio de una minoría rapaz”.
A esa virtual basura, sin embargo, le hizo un llamado a dar “una tregua”, pero siguió disparando: “Imagínense a estos periodistas, conductores de radio, televisión, reporteros, cubiertos todos con sus equipos, eso sí, cubre bocas muy buenos, sus caretas no patitos, como dicen, no guantes de cocina, sino profesionales, con el micrófono ahí entrevistando a enfermos graves, porque están actuando sin humanismo o de manera deshumanizada; están
haciendo a un lado el amor al prójimo, están obnubilados. No todos desde luego, pero sí hay quienes apuestan a que nos vaya mal. Es temporada de zopilotes, para que se entienda mejor…”.
Satanizado el oficio periodístico, intentó suavizar: “Que no se entienda que es una actitud de descalificación o que estoy en contra de la libertad de expresión, la libertad de prensa. Yo creo que tengo derecho a la réplica…”.
Que lo ejerza sin enfado. Bastaría con una carta aclaratoria.