Política de descontón
Bueno-malo, amigo-enemigo, amor-odio, siempre-nunca, liberal-conservador, son extremos de un problema psicológico asociado remotamente al daltonismo: confunde o niega colores y matices.
En literatura, Yo el supremo (Augusto Roa Bastos); en historia, “el Estado soy yo” (Luis XIV), o en mi casa, “lo dice tu madre y te callas”, son variantes de la misma melodía, interpretada reiteradamente por el presidente López Obrador.
El sábado soltó:
“O se está por la transformación o se está en contra de la transformación del país; se está por la honestidad y por limpiar a México de corrupción o se apuesta a que se mantengan los privilegios de unos cuantos a costa del sometimiento y empobrecimiento de la mayoría…”.
Burlándose de un historiador indiscutiblemente liberal, se fue de largo:
“Ahora, con los hechos de Guadalajara, un intelectual orgánico, Lucas Krauze Alamán, tomó partido. O mejor dicho, reafirmó su conservadurismo y así otros. Qué bueno que se definan, nada de medias tintas y que cada quien se ubique en el lugar que corresponde, no es tiempo de simulaciones o somos conservadores o somos liberales…”.
El agravio a Krauze fue porque tuiteó:
El gobernador @EnriqueAlfaroR honra la tradición liberal de Jalisco.
También Mariano Otero enfrentó gallardamente el acoso injusto del gobierno.
Y pasó a la historia por resistir.
Calumniado por el Presidente, el escritor escribió:
“Como historiador, me honra la comparación con Lucas Alamán. Pero como político, Alamán favoreció la concentración absoluta de poder en un líder iluminado, sin libertades y con un ejército potente. No soy yo, Presiente López Obrador, quien se parece al conservador Lucas Alamán.
Entrevistado por Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula, Krauze articuló algo evidente y en lo que coinciden escasos integrantes ilustrados del equipo presidencial:
“No es liberal, sino un conservador que busca la concentración absoluta del poder en un solo hombre. El poder absoluto es corrupto. El presidente López Obrador insulta, ofende y descalifica a la prensa y a los intelectuales. Viniendo de un Presidente, el discurso de odio es muy grave porque autoriza a la gente a odiar y multiplica el discurso de odio. Está más cerca de la tradición dictatorial conservadora, cerrada, centralista, que de la liberal”.
Puntualizó diferencias abismales entre liberales:
“Buscaron acabar con los caudillos y los monarcas en México; trataron a los poderes Legislativo y Judicial como iguales y respetaron la autonomía de los tribunales” y conservadores:
“Favorecían la concentración del poder en una dictadura centralizada en un solo hombre; no creían en los congresos representativos ni en la justicia civil y abominaban la libertad, sobre todo de creencia y de expresión”.
Sugirió:
“Presidente López Obrador, convoque usted a la unidad de los mexicanos frente a la gran desgracia que vivimos y que viviremos. Unidos hemos salido de muchas desgracias y sólo unidos podemos seguir adelante. Unidos siempre…”.