Deje de necear y úselo ya, Presidente
Servidor público inteligente y capaz, sobreviviente de la plaga, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, perdió ayer la oportunidad de animar al presidente López Obrador a usar, por fin, un cubrebocas, y servir de prominente y popular ejemplo a millones de sus gobernados que lo imitarían, reduciéndose así los riesgos de más contagios y sobre todo muertes.
El día anterior, en conferencia electrónica con directivos de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, dijo que, aunque no lo llevaba puesto en ese momento (estaba solo ante su computadora), siempre lleva consigo el aditamento porque “va a ser ‘no solamente’ uno de los elementos más importantes ‘para protegernos’, sino que va a ser uno de los elementos que permitan relanzar con mayor éxito ‘la economía”’.
Pero chin: a la mañana siguiente bastó que su jefe considerara “muy desproporcionado” ese atinado aserto y dudara de su veracidad (“No creo que haya dicho eso”) para que el Secretario reculara con la mentira de que lo que planteó fue una simple dizque “analogía…”.
La renuencia del Presidente a cubrirse boca y nariz al estar con otras personas tiene como enclenque sustento un falso apoyo científico: lo que le sugiere el veleidoso subsecretario, Hugo López-Gatell, quien sigue cometiendo la pendejada de subestimar la utilidad del cubrebocas.
Si bien es cierto que al inicio de la pandemia los organismos internacionales en materia sanitaria recomendaban la utilización de mascarillas únicamente al personal médico (las especiales N95 o semejantes), nuestro irresponsable “zar” contra la nueva peste ignora o calla que la Organización Mundial de la Salud actualizó sus guías y recomendó hace dos meses que los gobiernos les pidan a sus poblaciones utilizar cubrebocas en áreas públicas:
“Estamos aconsejando alentar que el público en general use una mascarilla. Y especificamos una de tela, es decir, una no médica”, declaró a Reuters la principal experta técnica sobre Covid-19 de la OMS, Maria Van Kerkhove.
“Tenemos nuevos hallazgos de investigación. Evidencia de que, si se hace apropiadamente, puede servir de barrera contra las gotitas potencialmente infecciosas”, ilustró ella.
La fórmula entonces no es complicada: distanciamiento físico (de dos a tres metros), lavado escrupuloso y continuo de las manos y cubrebocas.
Claudia Sheinbaum lo entiende tan bien como uno que otro integrante del gabinete presidencial que no le hace al “valiente”, como sí la mayoría que le sigue el juego al Presidente en su insensato y lamentable rechazo a usar cubrebocas.
Para él son suficientes “la higiene de las manos, el distanciamiento físico”, o “la sana distancia y ‘la libertad”’ porque, se justifica, “yo sigo las recomendaciones de los médicos, de los científicos” y todo depende “‘de nuestra actitud…”’.
Qué vergüenza: mejor los impresentables Trump y Bolsonaro, casi 145 mil y más de 80 mil muertes después, respectivamente, comenzaron a usar un pinche pero salvífico cubrebocas…