Preocupan las mujeres
Los efectos de la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 adquieren una dimensión cada vez más preocupante.
De acuerdo con la Cepal, el desempleo en América Latina y el Caribe alcanzaría los 44 millones de personas, lo que significará la cifra más alta desde la crisis financiera global de 2008.
Asimismo, la pobreza llegaría a niveles de 2005, equivalente a un retroceso de 15 años, alcanzando a 231 millones de latinoamericanos; mientras que la pobreza extrema se ubicaría en niveles de 1992, igual a un retroceso de 30 años con lo que impactaría a un total de 96 millones de personas de la región.
El organismo perteneciente al sistema de las Naciones Unidas ha elaborado tres escenarios para la recuperación.
En el escenario pesimista, si la tasa promedio de crecimiento del PIB en la región es similar a la del último sexenio, es decir de 0.4% del PIB, la región estaría condenada a no alcanzar los niveles previos a la pandemia antes de 2030.
El riesgo de una nueva década perdida, como la de los años ochenta, es totalmente factible y sus consecuencias sociales serían devastadoras.
Las mujeres se ubican, desafortunadamente, entre los segmentos de la población más vulnerables a la crisis.
En México, así como en la región, uno de los grandes logros en materia de igualdad de género ha sido la mayor participación de las mujeres en el mercado laboral.
Está ampliamente comprobado que, cuando ellas adquieren autonomía económica, se genera prosperidad para todos, mejora el tejido social y familiar y se reduce la incidencia de la pobreza.
Sin embargo, ellas despuntan como las perdedoras del apagón económico generado por la emergencia sanitaria.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que elabora del Inegi, la participación económica de las mujeres mexicanas bajó de 45% en marzo a 39% en agosto.
Entre 2005 y 2019 la brecha entre las tasas de participación económica para mujeres y hombres había disminuido 18%; sin embargo, en el transcurso de la pandemia (abril-agosto), se ha vuelto a abrir 28%.
En unos cuantos meses se han pulverizado los logros obtenidos en 15 años.
Un estudio elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) revela que, en el marco de la ligera recuperación que se observa desde junio, los hombres están regresando al mercado laboral más rápido que las mujeres.
Éstas, por su parte, se están reinsertando a trabajos con condiciones desventajosas y sin seguridad social.
53% de las mujeres trabajadoras se concentra en sectores que han sido más afectados por la pandemia y cuya recuperación podría ser más lenta (en contraste, sólo 36% de los hombres se ubica en estos sectores).
Además del shock en el mundo del trabajo, la pandemia ha traído consigo otros efectos perniciosos para las mujeres.
Mientras retrocede su participación económica, están dedicando 64% de sus horas a la semana a labores domésticas, a la crianza y educación de los hijos, al cuidado de personas dependientes y enfermas.
Los hombres destinan sólo el 24% de su tiempo a estas actividades.
El confinamiento y las tensiones que éste ha generado al interior de las familias, han incrementado la violencia contra las mujeres y los niños, en tanto las instituciones de impartición de justicia muestran todavía fuertes limitaciones y sesgos sexistas.
También es notorio el crecimiento de las diferentes tipos de violencia que enfrentan las mujeres en este momento y el silencio criminal del Gobierno ante ello y su pésima idea de vincular las protestas de los grupos de activistas con intereses opositores.
El Gobierno carece de un enfoque de género en sus políticas públicas y donde se ha desmantelado, sin evidencia alguna, la red de protección social creada en los sexenios anteriores, consistente en estancias infantiles, refugios para mujeres víctimas de violencia y maltrato y programas de transferencias monetarias enfocados a su empoderamiento y liderazgo, como Prospera.
Como ha señalado Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, “las enormes brechas de género se han visto amplificadas en tiempo del Covid-19. No podemos darnos el lujo de regresar a donde estábamos, tenemos que asegurarnos de avanzar en los derechos de las mujeres a través de su autonomía física, económica y política”.
Este Gobierno, sin embargo, no sólo no comprende el carácter y la dimensión del problema, sino que marcha a contracorriente de estas recomendaciones.