¿Prueba de Covid para López Obrador?
El mayor secreto de la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a su contraparte Donald Trump, es la negociación, que ha resultado compleja y difícil, que desde hace cuatro días llevan a cabo los mexicanos con los estadounidenses, para evitar que cuando entre a la Casa Blanca y le tomen la temperatura, en caso de tenerla alta, no sea obligado a realizarse la prueba del Covid-19.
La negociación está atorada y no se ha podido llegar a ningún acuerdo.
Para los mexicanos, si se toma en cuenta la posición pública de López Obrador, el que no se haya aplicado la prueba es parte de su narrativa política de ser diferente; en el caso de Trump, su salud es un tema de seguridad nacional.
El sistema inmunológico de López Obrador ha sido reforzado durante todos estos meses de pandemia y sus viejas enfermedades o cuidados del corazón, han estado perfecta y sistemáticamente monitoreados.
Ello le ha permitido, con seguridad tomando algunos riesgos, hacer cosas y tener contactos que otras personas, sin ese blindaje médico, no se atreverían o lo harían con temor, si tienen conciencia del riesgo a su salud y la de sus interlocutores.
No sería nada malo, ni criticable, que al Presidente le aplicaran de manera regular pruebas para conocer si tiene Covid, aunque no presente síntomas.
Sin embargo, políticamente es impensable.
Realizarse la prueba es ir en contra de la política impulsada por el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell y avalada por el Presidente, de que las pruebas no son necesarias porque no ayudan a impedir el contagio.
Las medias verdades son tramposas e irresponsables.
Es cierto que la prueba no evita el contagio, pero no son para aliviar –la cura aún no se descubre-, sino son utilizadas en el mundo como una medida para ver el comportamiento del virus y su aceleración, así como permite detectar asintomáticos y mitigar la transmisión de la enfermedad.
Pero en el discurso de un Presidente cuya fuerza moral es el antídoto contra el virus, como lo llegó a describir López-Gatell, la prueba es un sacrilegio.
No aplicarse la prueba es una victoria para el Gobierno.
López-Gatell presumió hace unos días que ni él ni el Presidente ni el secretario de Salud, Jorge Alcocer, se habían hecho ninguna prueba.
La fanfarronada del Subsecretario se ha topado con la realidad en donde la retórica no sirve, pues los asuntos de Estado son tratados como asuntos de Estado.
Sin embargo, los negociadores mexicanos que están preparando la visita de López Obrador a Washington, parece como si fueran obligados para buscar una excepcionalidad en la seguridad nacional de Estados Unidos.
Nadie, de quienes participan en la preparación de la visita, quiere hablar sobre el tema, o mencionar los requisitos sanitarios para ver a Trump.
Pero desde abril, The Washington Post publicó que todos los visitantes a la Casa Blanca tienen que hacerse la prueba de Covid-19 antes de ver a Trump, aún si se sienten sanos.
Eso tuvo que hacer el presidente de Polonia, Andrzej Duda, quien visitó la Casa Blanca el 24 de junio, que fue el primer visitante extranjero en ver a Trump después de meses de pandemia.
Duda y toda la delegación que lo acompañó a la Casa Blanca se hicieron las pruebas antes de llegar a Washington, pero llegaron con su resultado negativo.
Quien no llega con ese certificado de no Covid en su organismo, entra a la Casa Blanca –antes de ingresar propiamente a la mansión-oficina- directo a que le mida la temperatura el personal médico de la Presidencia.
Si la tiene alta, es trasladado al Viejo Edificio Ejecutivo –llamado ahora como el presidente Dwight Eisenhower-, un complejo de oficinas separado por una calle cerrada del Ala Oeste de la Casa Blanca, donde se encuentran la Oficina Oval, el Salón del Gabinete y el Salón de Emergencias, donde se encuentra el Consejo Nacional de Seguridad, en donde se habilitó una oficina para el vicepresidente Mike Pence, el coordinador responsable del equipo federal que lucha contra la pandemia.
Las pruebas son provistas por el Laboratorio Abbot.
“Ustedes pueden ver todas esas máquinas aquí, son increíbles esas máquinas”, le dijo Trump a periodistas durante un “briefing” el 11 de mayo en la Casa Blanca.
“No hay ningún lugar en el mundo que tenga este tipo de equipo. Es una prueba de cinco a 15 minutos, altamente sofisticada, muy rápida y muy buena”.
En su información sobre este tema, The Washington Post citó a una enfermera que narró cómo frotan el hisopo en las fosas nasales en menos de un minuto y lo colocan en las máquinas para evaluación –en cinco minutos sale un resultado positivo y en 13, uno negativo-.
Una vez que se demuestra que la persona no tiene Covid, es autorizada para entrar a su reunión con Trump.
En la entrevista con Duda, su comitiva y la delegación estadounidense que participó en la reunión se tuvo que hacer la prueba, por lo cual, quienes acompañen a López Obrador, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard; la secretaria de Economía, Graciela Márquez; el jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo y el equipo de apoyo que los acompañe, tendrían que hacerse la prueba de temperatura y, eventualmente, del virus.
Estas medidas impuestas por la Casa Blanca deben ser incómodas para López Obrador, porque contradicen la narrativa de la fe sobre la ciencia.
Esta semana en la mañanera adelantó que valoraría hacerse la prueba si fuera un requisito.
“No sé si me lo pidan”, dijo.
“Todavía no; no adelantemos vísperas. Si ya lo piden, pues vamos a ver qué hacemos, cómo resolvemos”.
Hasta ahora ni está resuelto ni se decide qué hará en caso de que, como a todos los que ven a Trump, lo obliguen a ello.