Tres grupos rebeldes se disputan una Siria en ruinas
A una semana de la ofensiva rebelde que acabó con medio siglo de dinastía de los Asad, la nueva realidad política que se abre en Siria, destruida por 13 años de guerra civil, es una incógnita. El PIB cayó desde 2011 un 85%, casi 70% de la población está en pobreza y reconstruir la alguna vez próspera y mítica nación, hogar de diversas etnias, religiones y culturas costará hasta 400 mil millones de dólares durante dos décadas (Banco Mundial). A la vez, aún rigen las sanciones económicas de Estados Unidos contra la dictadura y como expresó este viernes el senador republicano Jim Risch, que en enero presidirá el comité de relaciones exteriores del Senado, “estamos muy contentos de que Asad se haya ido, (…) hemos trabajado en ello durante mucho, mucho tiempo y el trabajo está hecho. El problema es qué viene después”.
La alusión de Risch a la injerencia de su país en la caída de Asad ya había sido mencionada por el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, quien aseguró tener “pruebas” que no “dejan lugar a dudas” de que Estados Unidos, Israel y Turquía están detrás de la caída del régimen sirio, que recibía apoyo militar de Teherán desde 2011 con el envío a Siria de asesores militares y milicias aliadas que fueron claves para sostener a Asad en el poder. Jamenei también acusó en forma velada a Turquía, quien respalda a una de las tres principales milicias sirias, el Ejército Nacional Sirio (ENS).
Por cierto, Irán es uno de los dos grandes perdedores en esta contienda junto a Rusia. La Rusia de Vladimir Putin porque pierde influencia en Medio Oriente y el Mediterráneo, el mar de todas las guerras, e Irán porque la caída de Asad es un golpe mortal a su llamado Eje de la Resistencia contra Israel formado por la misma Siria, los hutíes de Yemen y las organizaciones afines, Hezbolá en Líbano y el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás en Gaza. De hecho, fue el sangriento e insensato ataque del 8 de octubre de 2023 de Hamás contra Israel el que abrió la caja de Pandora, que a la vuelta de un año resultó en un escupitajo al cielo. ¿Acaso no previeron Hamás y su mentor Irán el tipo de respuesta que daría Benjamín Netanyahu al asesinato en un solo día de mil 200 israelíes?
Las milicias rebeldes más importantes en Siria son el Hayat Tahrir al Shar (HTS, Movimiento para la Liberación de Levante), que protagonizó la exitosa ofensiva de diciembre; las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS, pro Estados Unidos) y el ya citado Ejército Nacional Sirio, junto a otros grupos menores y restos de los yihadistas del Estado Islámico (EI), presentes en ciertas áreas desérticas.
El movimiento islamista sunita HTS es considerado terrorista por Estados Unidos, Turquía y la ONU lo mismo que su líder, el carismático Ahmed al Sharaa (42), más conocido por su nombre de guerra Abu Mohamed al Golani. Este ha asegurado que dejó atrás su pasado fundamentalista, pero las dudas persisten de si “el mismo viejo vino yihadista en una nueva botella ‘inclusiva’”, como comentó un analista.
Al Sharaa fundó en 2011 el grupo Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda, a instancias de Abu Bakr al Baghdadi, líder del grupo iraquí Estado Islámico (EI, antes ISIS). Recordemos que Baghdadi fue el responsable de las decapitaciones de los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Scotloff en Siria, en 2014, las cuales fueron videodifundidas al mundo por el EI con lujo de saña y horror.
Por eso la desconfianza hacia Al Sharaa, que hace pensar en Osama bin Laden, el creador de Al Qaeda (La Red), entrenado en 1980 por la CIA para expulsar de Afganistán a la entonces Unión Soviética, por lo que Washington lo consideró un “combatiente de la libertad”. Así fue hasta los ataques del 11-S orquestados por Bin Laden, con saldo de tres mil muertos en Nueva York y Washington.
El HTS controla el noroeste de Siria y la mayoría de la provincia de Idlib, donde Al Sharaa creó un “Gobierno de Salvación Sirio”, administrado entre otros por Mohamed al Bashir, nombrado ahora primer ministro del nuevo gobierno provisional de Siria.
A su vez, las Fuerzas Democráticas Sirias son una coalición de milicias étnicas de mayoría kurda enfrentadas a la vecina Turquía. Las FDS reclaman la independencia del Kurdistán (“tierra de kurdos”), que abarca partes de Turquía, Siria, Irán, Irak, Armenia y Azerbaiyán. Cuentan con el respaldo de Estados Unidos y controlan vastas áreas desde el este del río Éufrates hasta la frontera con Irak. Los kurdos representan el 10% de la población de Siria y en 2018 se constituyeron en Administración Autónoma del Norte y el Este, abarcando una cuarta parte del territorio sirio. Para Turquía, los kurdos son su principal enemigo y una “amenaza para su seguridad nacional”, por sus lazos con el proscrito movimiento separatista Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), la guerrilla kurda en Turquía.
De ahí, se afirma, el aliento con reservas de Turquía al HTS para precipitar la caída de Asad y garantizar un Gobierno central que impida se amplíe la influencia de la resistencia kurda.
La tercera fuerza es el Ejército Nacional Sirio creado en 2017 con apoyo de Turquía. Es un abanico de grupos militantes sirios en el norte del país, a los que se sumaron oficiales desertores de las tropas del viejo régimen que en 2011 crearon el Ejército Libre Sirio, opuestos a la represión de opositores durante las manifestaciones prodemocracia de la primavera árabe.
El HTS anunció esta semana que Al Bashir dirigirá la transición hasta el 1 de marzo, cuando inicie un proceso constitucional. En entrevista con la cadena Al Jazeera, Bashir, un tecnócrata islamista, aunque no yihadista, prometió “estabilidad y calma”. En Idlib, Bashir fue ministro de Desarrollo y Asuntos Humanitarios a cargo de las relaciones con la ONU, las ONG y la asistencia a los campos de refugiados y los miles de desplazados de guerra sirios.