Trump y el autoritarismo global
Cuando en la mañana del martes, tras depositar su voto en Palm Beach, Florida, donde reside, el expresidente Donald Trump se dijo “muy confiado” en la victoria y desestimó las encuestas que auguraban un empate técnico, “ni siquiera estarán reñidas”, se burló, y sentimos que el magnate de 78 años estaba seguro de que iba a ganar. Para la medianoche, el republicano se imponía en todos los estados clave, su partido recuperaba la mayoría en el Senado y el voto popular le daba más de 5 millones de sufragios de ventaja sobre su rival demócrata, Kamala Harris, cuyo partido también podría perder la Cámara Baja.
Con los datos del escrutinio en mano vemos que tan solo cinco encuestas, la de Atlas/Intel, la firma brasileña que en 2023 fue de las pocas que anticipó el triunfo de Javier Milei en Argentina, Rasmussen Reports, The Wall Street Journal, CNBC y FoxNews acertaron en las cifras, cuando casi una veintena de sondeos habían anunciado desde hacía semanas una elección “extremadamente reñida”, un “empate técnico” o de plano “un triunfo de Harris por entre 1 y 4 puntos”.
Con su retorno fulgurante a la Casa Blanca, Trump podrá imponer ahora su agenda neoconservadora revitalizada con un apoyo más amplio de latinos y afroamericanos, mujeres, jóvenes y su tradicional cantera entre los hombres blancos. Y aunque Kamala Harris habría logrado el apoyo del 53% de los votantes latinos a nivel nacional, frente a 65% de Joe Biden en 2020, Trump sumaría ahora 45% frente a 32% hace cuatro años.
Para The New York Times, los votantes estadounidenses tomaron el 5 de noviembre una “decisión peligrosa” al devolver a un líder autoritario como Trump a la Casa Blanca, “poniendo a la nación en un rumbo precario que nadie puede prever del todo”. En su editorial, el Times sostiene que, más allá de los problemas de la nación que los votantes consideraron como los más urgentes, altos precios, afluencia de inmigrantes, una frontera sur porosa, “todos los estadounidenses deberían desconfiar ahora de una administración Trump entrante, que probablemente dará prioridad absoluta a la acumulación de poder sin control y al castigo de quienes ve como sus enemigos, dos cosas que el señor Trump ha prometido hacer en repetidas ocasiones. Todos los estadounidenses, independientemente de su partido o política, deben insistir en que los pilares fundamentales de la democracia de la nación, incluidos los controles y equilibrios constitucionales, los fiscales y jueces federales imparciales, un sistema electoral imparcial y los derechos básicos de los ciudadanos, sean respetados”.
Del otro lado del Atlántico, y haciéndose eco de la inquietud en Europa por un segundo mandato de Trump más proteccionista y antiambientalista que en su primera administración, el diario español El Mundo opina que una nueva era se abre en el tablero internacional: “La primera democracia del mundo ha apoyado de forma masiva a un líder abiertamente disruptivo que representa el nacionalismo populista y el desprecio tanto por la verdad como por las reglas básicas del Estado de derecho”, dice el periódico, y agrega: “Más allá del riesgo cierto de una mayor degradación institucional en Estados Unidos, el regreso de Trump da impulso a las fuerzas y regímenes autoritarios que desafían a las democracias liberales en todo Occidente. (…) Hoy el orden moral que históricamente ha abanderado Estados Unidos es más débil y el autoritarismo global, más fuerte. (…) La lección que dejan estas elecciones es que, si la democracia liberal no es capaz de solucionar los problemas estructurales de una sociedad, la antipolítica vence”.
También el vespertino francés Le Monde editorializa en sus páginas que la reelección “es un punto de inflexión importante para Estados Unidos”, cuyos votantes esta vez “han tomado una decisión con conocimiento de causa. En 2016, cuando le confiaron la Casa Blanca por primera vez, los votantes estadounidenses no sabían cómo sería una presidencia de Donald Trump, y estaban dando un salto hacia lo desconocido. En 2024, la situación es diferente: los votantes republicanos no sólo conocen a fondo a su candidato, hasta sus comportamientos menos gloriosos, sino que es aún más radical que hace ocho años. El electorado de Donald Trump sabe adónde les va a llevar este presidente, y quieren más”.
“Es un hecho que debemos examinar con los ojos bien abiertos, apunta Le Monde. El camino por el que Donald Trump, reforzado para su segundo mandato por el éxito de su partido en el Senado, llevará a su país diverge fundamentalmente del trazado por Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Marca el fin de un ciclo estadounidense, el de una superpotencia abierta y comprometida con el mundo, deseosa de erigirse en modelo de democracia, la famosa ‘ciudad brillante sobre la colina’ ensalzada por el presidente Ronald Reagan. El modelo ya había sido socavado en las dos últimas décadas. El regreso de Donald Trump es un clavo más en su ataúd”.
El diario, identificado con la centroizquierda, asegura que “los europeos tienen, con razón, malos recuerdos del primer mandato de Trump”, y anticipa que “el segundo será aún más peligroso, con una guerra desatada en su continente, librada por una potencia rusa que incumple todas sus obligaciones internacionales y se muestra cada vez más agresiva. Si, como amenazó durante la campaña, Trump pone fin a la ayuda militar a Ucrania y negocia con Vladimir Putin una paz favorable al invasor, las consecuencias de tal desenlace irán mucho más allá del destino de Ucrania únicamente: afectarán a la seguridad del continente en su conjunto. Existe un riesgo real de que Europa se divida o incluso se fracture ante tal perspectiva. Se trata de un peligro existencial para la Unión Europea; sus dirigentes deben ser conscientes de ello y prepararse para afrontarlo, sin esperar a que Trump tome posesión de su cargo: hace tiempo que deberían haberlo hecho”.