Pekín-Taiwán: ¿anexión en la cuenta regresiva?
El temor a que China cumpla su viejo objetivo de reunificarse con Taiwán volvió a crecer en los últimos días, a raíz de una nueva ronda de maniobras militares con fuego real del Ejército chino frente a la isla independentista, separada del continente por apenas 180 kilómetros. Las maniobras ocurren una semana después de que soldados chinos llevaran a cabo simulacros con buques de guerra y aeronaves en el mismo Estrecho de Taiwán, en “castigo” según Pekín a las declaraciones de corte independentista realizadas el 10 de octubre por el presidente taiwanés, Lai Ching Te, también conocido como William Lai. La movilización incluyó el despliegue de 153 aviones, 14 buques de guerra y una docena de barcos con la misión de “bloquear puertos y zonas clave” en un simulacro de ocupación.
La tensión en la zona es de vieja data, aunque el gobierno del presidente chino Xi Jinping no ha dejado en los últimos años de aumentar la presión “disuasiva” respecto de la anexión de Taiwán, la próspera isla de 23 millones de habitantes que se separó de China en 1949, en medio de la guerra civil entre las fuerzas nacionalistas de Chiang Kai-shek y los comunistas de Mao Zedong. Taiwán produce hoy casi el 60% del suministro de microchips en el mundo y un 90% de los más avanzados, en su mayoría a través de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), el mayor proveedor de microprocesadores. Hay quienes afirman que esta ventaja competitiva la cual alimenta a miles de millones de dispositivos electrónicos a lo largo y ancho del planeta, desde un microondas hasta la nueva generación de armas impulsadas por inteligencia artificial (IA) podría estar retrasando la invasión de China ante el temor de provocar un colapso económico en cadena.
En su discurso con motivo del Día Nacional de la República de China, el nombre que mantiene Taiwán, Lai elogió el desarrollo local y aseguró que “el bienestar y la prosperidad de la humanidad” dependían de la producción manufacturera de la isla. También prometió defender la autonomía estratégica y aseguró que mantendrá el compromiso “de resistir a la anexión o usurpación de nuestra soberanía. Pekín y Taipei no están subordinadas una a la otra (...) y China no tiene derecho a representar a Taiwán”, dijo Lai ante la creciente presión política y militar de Pekín, que considera como un “peligroso alborotador” al mandatario de 65 años, miembro del Partido Progresista Democrático (PDP) de Taiwán, uno de las dos formaciones principales del país –junto con el históricamente dominante Kuomintang–, defensor de la identidad taiwanesa, anticomunista y pro derechos humanos.
En diciembre pasado, con motivo del Año Nuevo, el presidente Xi confió en la “segura” reunificación de China bajo la égida de la República Popular; una posición que su gobierno refrendó tras el último discurso de Lai. Para la cancillería china, las palabras del líder PDP “están causando problemas para la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán y provocarán un desastre para el pueblo de Taiwán (…) El principio de una sola China es una norma básica de las relaciones internacionales y un consenso universal”.
Ciertamente, el principio de una sola China defendido por las autoridades de la República Popular China desde su fundación en octubre de 1949 hace referencia a que solo existe un gobierno legítimo, con sede en Pekín, el cual representa a todo el pueblo chino, incluyendo a la población de Taiwán, Macao y Hong Kong. En la actualidad solo 15 Estados mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán, frente a 179 naciones que reconocen en la ONU a la RPCh, entre ellos Estados Unidos y Canadá. No obstante, estos últimos dos países y sus aliados no dejan de atravesar en forma regular el Estrecho de Taiwán como una manera de reafirmar su condición de vía internacional y de presionar a China, que lo considera una provocación. De hecho, este 20 de octubre, en medio de las maniobras chinas, la 7ª Flota de la Marina estadounidense informó en un comunicado del “tránsito de rutina” en el tensionado Estrecho del destructor de misiles guiados de clase Arleigh Burke USS Higgins y la fragata de clase Halifax de la Marina Real Canadiense HMCS Vancouver en aras de “la defensa del principio de la libertad de navegación para todos los países”.
En vísperas de los comicios presidenciales del 5 de noviembre en Estados Unidos –y cuando la prensa en Washington especula si China preferiría la continuidad demócrata en la Casa Blanca, frente a la amenaza de Trump de imponer aranceles de hasta el 60% sobre los productos chinos–, los “juegos de guerra” en la zona indo-pacífica no terminan ahí. Por un lado, la vecina Australia anunció la compra de misiles estadunidenses de largo alcance por unos 4.660 millones de dólares, a ser desplegados en los destructores de su Armada, ante el temor de la creciente influencia de China en el área, y por el otro el Servicio Nacional de Inteligencia de Corea del Sur denunció el envío por parte de Rusia de tropas de Corea del Norte para luchar en Ucrania, como parte del pacto de ayuda militar mutua sellado en junio pasado entre el líder norcoreano Kim Jon-un y su par ruso, Vladímir Putin. La presencia de soldados norcoreanos en Ucrania fue confirmada por el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, que llamó a “evitar una guerra mayor” con el involucramiento de un tercer país, mientras la invasión rusa a Ucrania avanza a su tercer año.