El síndrome Netanyahu
Netanyahu no leerá este artículo. Lo harán, creo, algunos embajadores de Israel afincados en Latinoamérica. Quizás lo haga Einat Kranz Neiger, representante de Israel en México y de algunos israelíes, no de todos. Netanyahu ha dividido a la población en dos: muchos lo aprueban, muchos lo detestan.
Me sorprende sobremanera la actitud de los embajadores de Israel en el extranjero; hasta donde entiendo ni uno ha renunciado a pesar de los trágicos sucesos actuales en Medio Oriente. Debe tener razón Charles Bukowski: “La fama es la peor puta de todas”.
Es probable que algunos embajadores hayan leído uno de los últimos artículos del gran escritor israelí Etgar Keret (El País, 29 de mayo). El título, “A Netanyahu sólo le preocupa Netanyahu” resume la realidad. Seis palabras son suficientes para resumir la cruda situación israelí. Mientras Bibi no sea encarcelado el “Síndrome Netanyahu” seguirá sembrando discordia e incrementando el antisemitismo en el mundo, sea por la insabiduría de equiparar antisionismo con judeofobia o por las acciones del primer ministro. Regreso a Keret.
En el mismo texto escribe, “Al primer ministro israelí no le importa la vida de los rehenes, ni el aislamiento de su país ni el futuro de la región. Su principal objetivo es no acabar condenado por corrupción en las causas penales que tiene abiertas”. Sería ético y prudente que la embajadora Kranz reflexione al respecto. Si lo hace y lo comenta sotto voce -los embajadores deben estar vigilados- con colegas suyos, quizás renunciaría. Dimitir sería una nueva daga en el historial de Netanyahu y un acto de dignidad para ella.
El daño debido al “Síndrome Netanyahu” en el que participan varios ministros fanáticos, algunos cegados por la religión, es irreversible e in crescendo. La arrogancia y soberbia de Bibi carece de límites. Tanto una como la otra conducen a sordera. La imposibilidad de dialogar es patente. Sus acciones siembran inquina. No se trata de que la judeofobia sea el odio más antiguo de la humanidad. Hoy, el malestar se debe al “Síndrome Netanyahu”: no escuchar, ser repelús, no percatarse del significado de la renuncia de Benny Gantz, ministro del Gabinete de Guerra, y de las manifestaciones en su contra, cada vez mayores en múltiples ciudades son características del síndrome.
Las manifestaciones antiisraelíes en el mundo crecen sin cesar, así como las agresiones personales. Hace tres días, en Francia, una niña judía de 12 años fue objeto de una violación grupal en un suburbio parisino. Durante el acto no faltaron vejaciones antisemitas.
Son varias las razones por las cuales Israel ha perdido la guerra. Enlisto algunas: No ha liberado a todos los rehenes; no eliminó a Hamas, e incluso, es muy probable que su popularidad haya aumentado; incrementó el odio contra Israel; el viejo antisemitismo se ha multiplicado y se ha diseminado; destruyó Gaza; murieron innumerables inocentes israelíes y gazatíes.
Dialogar con los líderes de Hamas es imposible. En otra oportunidad resumí el ideario del grupo terrorista: eliminar de la Tierra a Israel. Carezco de recetas. Mucho podrían haber hecho, exceptuando a Irán y a Qatar, algunos países árabes para disminuir la magnitud del conflicto. ¿No les corresponde?, ¿tienen demasiados conflictos internos?, ¿no les interesa? Netanyahu debe ir a la cárcel.
Aunque invoque a Dios, como en ocasiones lo hace, sus actitudes cancerosas son y serán irreparables. Israel y los judíos pagan y pagarán las atrocidades cometidas por su gobierno. Lo mismo sucede con los gazatíes inocentes y el dolor imparable de los rehenes judíos y de sus familiares. Renunciar es digno. Señora embajadora Kranz: renuncie.