La elección del miedo
Esta es la elección del miedo. Las encuestas están desquiciadas dando cifras disparatadas, respecto a la intención del voto en la campaña presidencial.
Si las metodologías de investigación están reconocidas internacionalmente y funcionan con precisión en los estudios de mercado -principalmente cuando se trata de marcas de productos y servicios-, así como en otros ámbitos, ¿por qué en esta elección presidencial las cifras están disparatadas?
Sabemos que el sustento de las herramientas de investigación -entre las que se considera a las encuestas- es la estadística, y ésta se basa en la ley de las probabilidades y el azar.
Las encuestas -realizadas por las diferentes casas encuestadoras-, al estar sustentadas estadísticamente, debiesen dar resultados con poca variación entre una empresa y otra. Sin embargo, hoy las encuestas nacionales pueden alcanzar diferencias abismales. Esto quiere decir que existen circunstancias incontrolables que afectan la certidumbre de los resultados.
A partir de la certeza que brinda la estadística se puede entender que una muestra representativa conformada por sólo mil quinientos entrevistados o quizá un poco más -que es el promedio de entrevistas utilizado en cada encuesta de cobertura nacional-, represente la intención de voto de cien millones de ciudadanos mexicanos que integran el padrón electoral.
Sin embargo, para que esa representatividad probabilística exista, la selección de quienes forman parte de la muestra de entrevistados debe cubrir con exactitud ciertos requisitos, como ser escogidos aleatoriamente y al azar, y ser ubicados a lo largo de todo el territorio nacional en la proporción estadística respecto al volumen poblacional de cada región.
Por ello el hecho de que casi el 50% de las personas que en esta elección se intenta entrevistar rechacen participar en la encuesta, rompe las condiciones probabilísticas, aunque se sustituyan con el mismo número de personas que se negaron a participar.
Sin embargo, hay una condicionante determinante en esta elección para ocultar la verdadera intención del voto y seguramente es el miedo que hoy afecta la sinceridad de las respuestas de los entrevistados. Eso no es culpa ni de las empresas encuestadoras, ni de la metodología de investigación.
En un país en que el miedo se huele, es muy probable que hoy quien es entrevistado oculte su verdadera intención del voto y para evitar riesgos, responda que votará a favor de la candidata del partido en el poder.
Quizá sea el temor de perder el cheque de la seguridad social, en represalia por su intención de votar por la candidata de la oposición.
O entonces, el miedo de ser hostigados por el crimen organizado, que es sabido que tiene intereses en este proceso electoral.
O también el miedo a equivocarse y ser señalados y acosados en su comunidad por las autoridades. Por tanto, el entrevistado va a la segura reconociendo públicamente que simpatiza con el partido en el poder y sus candidatos.
Sin embargo, el verdadero momento de la sinceridad democrática se dará en la secrecía de la casilla -lejos de las miradas indiscretas-, el próximo dos de junio.
En contextos sociales y políticos altamente polarizados y en conflicto, las encuestas pueden fallar.
Hagamos conciencia con quienes nos rodean -de que contrario a lo que se dice-, la elección presidencial aún no está definida y entonces puede haber grandes sorpresas; la moneda aún está en el aire.