La lealtad de los pobres
Con seguridad el presidente Andrés Manuel López Obrador no dimensionó el alcance y profundidad de su declaración respecto a la lealtad de los pobres.
De manera espontánea, el miércoles pasado el Presidente definió que “ayudar a los pobres es ir a la segura, pues cuando se necesite defender a la transformación, se contará con el apoyo de ellos”. Y para que no quede duda, concluyó: “Es una estrategia política”.
Esta última declaración en boca del mismo Presidente echa por tierra la visión humanista y generosa que nos quiere proyectar de su gobierno. Transmite importantes significados para entender la realidad cotidiana de nuestro país.
Detrás de esta estrategia política está el objetivo de generar agradecimiento que se traduzca en dependencia, que a su vez pueda capitalizarse en votos. Tenemos que reconocer que esta perversa visión de la seguridad social tiene más de 50 años.
Sin embargo, lo que establece la gran diferencia entre el modelo anterior -neoliberal- y el de la 4T, es precisamente el cómo se instrumenta la política asistencialista de los programas sociales.
Los gobiernos anteriores realizaban las acciones asistencialistas de modo institucional y crearon toda una infraestructura organizacional para hacer eficiente la entrega de la ayuda gubernamental.
En contraste, el presidente López Obrador decidió desaparecer los programas institucionales y eliminar el modelo organizacional de entrega, a fin de hacer llegar el dinero de manera directa a los beneficiarios, sin intermediación y de modo individualizado.
De este modo desaparecieron las ayudas para las estancias infantiles y las guarderías, para entonces entregar el dinero directamente a los papás, para que ellos cuiden a sus propios niños.
De esta forma el dinero recibido parece ser atribuido de manera directa al Presidente… y el agradecimiento también.
La personalización de la ayuda asistencialista adquiere entonces un enfoque paternalista.
Si bien durante el neoliberalismo el gobierno en turno sacaba beneficio de los programas sociales, lo hacía de modo indirecto e institucional.
Por ello vemos que los gobiernos neoliberales estimularon la creación y operación de programas generadores de oportunidades laborales, así como el apoyo al microempresario.
En contraste, entendemos hoy -con la declaración del Presidente del pasado miércoles-, que la idealización de la pobreza y su dignificación como un estado social deseable, lo único que pretende es mantener los niveles de pobreza para generar control social y político a partir de asegurarles la sobrevivencia, pero generando dependencia total del ciudadano respecto de las ayudas sociales, y con ello, tener garantizado el control del voto en las elecciones.
Entendamos que el verdadero uso de los programas asistenciales -desde una visión ética- debiese ser temporal, excepto para quienes ya están incapacitados para participar en el mercado laboral, ya sea por la edad, o la salud.
El objetivo real de los programas sociales debiese orientarse -para el sector de población que tiene potencial productivo- hacia a la formación y desarrollo de habilidades, a fin de impulsarles a lograr su crecimiento personal y de calidad de vida.
A su vez, el gobierno debe convertirse en el promotor de oportunidades laborales que permitan a corto y mediano plazo -a cada ciudadano- alcanzar la autosuficiencia económica para así, ayudar a sus familias a transitar de la pobreza hacia la clase media.
El objetivo de la 4T es mantener a quienes hoy están en la pobreza, en su zona de confort, para así ejercer control a partir de sus necesidades básicas de sobrevivencia.
Por ello es evidente la animadversión manifiesta del Presidente hacia la clase media, que por ser autosuficiente es exigente respecto a los resultados que se deben esperar de la administración pública. Ahora ya entendimos que un México de pobres es el objetivo de la 4T, para mantenerse de manera indefinida en el poder. ¿A usted qué le parece?
RICARDO HOMS
Twitter: @homsricardo
Presidente de la Academia Mexicana de la Comunicación