La carrera de la salvación
1) PARA SABER
“La esperanza es promover la ilusión en circunstancias que sabemos que son desesperadas”. Esta frase del gran pensador y escritor inglés, G.K. Chesterton, nos invita a no perder el ánimo ante las adversidades. Si bien, la esperanza es imprescindible para alcanzar un proyecto humano, en lo sobrenatural nos mantiene en el caminar hacia el encuentro definitivo con Dios, que es nuestra felicidad. El Papa Francisco recordó que se define como la virtud por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna. Lo que se espera es un futuro cierto, no un simple deseo, que tiene un fundamento real: las promesas de Cristo y la ayuda que recibimos del Espíritu Santo (Cfr. Catecismo, n. 1817).
Hay preguntas trascendentales sobre el destino de nuestra vida: ¿Qué será de mí después de la muerte? ¿Cuál es mi destino y el del mundo? Si la respuesta es negativa, vendrá la tristeza, porque si no hay nada al final, entonces pierde sentido el caminar o el vivir, surge la desesperación y la sensación de la inutilidad de todo: ¿De qué sirvió ser prudente o templado? ¿Para qué tanto esfuerzo si todo se acaba aquí? Sin esperanza, todas las demás virtudes se desmoronan. El Papa Benedicto XVI afirmaba: “Sólo cuando el futuro es cierto como una realidad positiva, se hace llevadero también el presente”.
2) PARA PENSAR
Al empezar una carrera, los deportistas tienen la esperanza de llegar a la meta. El atleta olímpico Alan Webb, 1500 metros en la Olimpiada de Atenas, tras convertirse al catolicismo, se dio cuenta que la única carrera que realmente importa en la vida es la que lleva al “oro eterno”, a la santidad. Antes deseaba ser el mejor corredor, ahora desea ser el mejor católico. Porque la salvación, dice, es una carrera que, si se corre con humilde y fiel perseverancia, será una victoria garantizada.
Siendo episcopaliano, su ídolo era correr. Gracias a su esposa Julia comprendió las enseñanzas católicas sobre la santidad del matrimonio y la procreación. Así ingresó a la Iglesia Católica. Ahora le agradece a Dios por sus cuatro hijas. Le inspiró un jugador de futbol americano, Philip Rivers, quien no tuvo miedo a tener 9 hijos y puso sus dones para darle gloria a Dios. A su esposa Julia le impresionó que la esposa de Philip corriera media maratón mientras empujaba a uno de sus bebés en un cochecito. Para Webb los deportes ayudan a ser mejores: disciplina, autodominio, trabajar en equipo, resistencia y perseverancia. Y aunque conoce sus debilidades, sabe que con la oración y los sacramentos, Cristo da la gracia para pelear y correr la carrera de la salvación. No cabe la desesperanza. Todos podemos ser ganadores en el Cielo donde la felicidad es sobreabundante.
3) PARA VIVIR
La certeza de la esperanza del cristiano está en que Cristo ya venció a la muerte y resucitó. Pero la esperanza es don de Dios, y por eso es bueno pedirlo. No cabe dejarse abatir ante nuestros pecados, pues nos estaríamos olvidando que Dios es misericordioso: perdona todo y siempre. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, dice el Papa Francisco. Con la esperanza podemos vivir con alegría y serenidad nuestro presente, pues Jesús nos asegura un futuro confiable y un horizonte luminoso.