Una persona sorprendente
1) PARA SABER
“Las personas fuertes crean sus acontecimientos; las débiles sufren lo que les impone el destino”. Esta frase del poeta y novelista francés Alfred Victor de Vigny (1797-1863) nos señala una actitud fundamental para la vida: o ser protagonista o dejarse llevar por las situaciones. Para afrontar la vida con todas sus dificultades se requiere de fortaleza. A esta virtud le dedicó su reflexión el Papa Francisco. Recordó que el Catecismo de la Iglesia Católica define la fortaleza como “la virtud moral que, en las dificultades, asegura la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la decisión de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral” (n. 1808).
Es la virtud más “combativa”, que tanto los antiguos filósofos griegos, como los teólogos cristianos, reconocían que tiene dos vertientes: una activa y otra pasiva. Deteniéndonos en la primera -la segunda la veremos la próxima vez-, es necesaria para acometer las pruebas de la vida, afrontar las dificultades que no nos esperábamos y que nos sorprenden, para no asustarnos ni desanimarnos.
2) PARA PENSAR
Uno de los ejemplos más sorprendentes de alguien que se sobrepuso a las adversidades logrando superarlas con creces fue la célebre Helen Keller (1880- 1968). Poco después de nacer contrajo una enfermedad por la que quedó ciega y sordomuda de por vida. No obstante, gracias a la ayuda de su maestra, la también famosa Anne Sullivan, consiguió aprender a leer y escribir con el método Braille. Se propuso hacerse entender con el habla, y lo consiguió con grandes esfuerzos. Ingresó a la universidad aprobando todos los exámenes preliminares sacando varios sobresalientes. Era tal su empeño en estudiar que leía con los dedos hasta que éstos le sangraban. Se graduó a los veinticuatro años. Pero no se detuvo, sino que continuó sus estudios y logró saber alemán, francés, latín y griego, además de su idioma inglés. Leía a los escritores clásicos y modernos. Y por si fuera poco, aprendió a montar a caballo, a nadar y jugar al ajedrez. Y todo estando ciega y sin oír.
Por ello, dice el Papa Francisco, la fortaleza es una virtud que toma en serio el desafío del mal en el mundo. Sin desanimarse, lo enfrenta. Pensemos cuál es nuestra actitud ante las adversidades.
3) PARA VIVIR
Cultivar la virtud de la fortaleza nos ayuda a ser personas que no se atemorizan, ni se desaniman ante las pruebas. Nos hace reaccionar y gritar un rotundo “no” al mal, a las guerras o la violencia, a la esclavitud, a la opresión de los pobres, a curar las heridas que nunca han cicatrizado y que aún sangran; y reaccionar a todo lo que conduce a la indiferencia. “No” al mal y “no” a la indiferencia; “sí” al camino, al camino que nos hace progresar, y para ello debemos luchar. Hemos de redescubrir en el Evangelio la fortaleza de Jesús. También podemos aprender del testimonio de los santos y de las santas.
Además de ser la fortaleza una virtud, es un don del Espíritu Santo. Por ello, además de esforzarnos, podemos pedirle a Dios ese regalo. Y así, lo que parecía inalcanzable, con su ayuda lo conseguiremos.