El Tren Maya sí sirve
Déjeme empezar por lo malo. Es cierto que el Tren Maya costó el triple de lo que se presupuestó. El presidente López Obrador prometió que costaría 150 mil millones de pesos y ya superó los 550 mil millones de pesos. Y eso que sigue sin terminarse, falta el último tramo. Se inauguró incompleto, desorganizado. Con las terminales a medias. Era tal el desorden, que hasta los precios de los alimentos vendidos a bordo cambiaban de vagón a vagón. AMLO prometió que no se cortaría un solo árbol en su administración. Nada más en la obra del Tren Maya talaron siete millones de árboles. No fue el único daño ambiental. También perforaron 121 cuevas y cenotes. En sus primeros seis meses, el Tren Maya tuvo 44 fallas. Pérdida de potencia, sobrecalentamiento de motores, falla de neumáticos, desconexión de la comunicación satelital, repetidos retrasos que dejan varados a los pasajeros. La más escandalosa fue cuando se descarriló en marzo de este año. El gobierno no quiso llamarle descarrilamiento. Le llamó "interrupción de flujo sobre la vía". Encima, como muchas otras de las obras del sexenio, el Tren Maya no lo usa casi nadie: sólo 19% del pasaje proyectado. El plan era ocho mil 200 pasajeros diarios y sólo lo abordan mil 600. No es extraño. Las paradas quedan lejos de las ciudades. En todos los países del mundo, las estaciones de tren están en el corazón de las ciudades. Uno sale caminando y ya está ahí. No con el Tren Maya. Un ejemplo: en Valladolid, la estación queda a hora y media a pie del centro turístico. En Mérida, a media hora… en taxi. En la desesperación, el gobierno actual ya está sacando paquetes turísticos que incluyen despegar y aterrizar en aeropuertos del Ejército, a bordo de una aerolínea del Ejército, subirse a un tren construido por el Ejército, hospedarse en un hotel del Ejército y aprovechar para un par de tours.
Pero no hablemos de lo malo del Tren Maya. Hablemos bien del Tren Maya. El Tren Maya sí ha servido. Sirvió para que Morena ganara las elecciones en el sureste mexicano. Este costo infladísimo del Tren significó también una derrama económica brutal, una especie de programa social extra para los albañiles que participaron en su construcción y los contratistas que ayudaron. Amarró a la base y conquistó a la élite. A algunos con sueldos mínimos, a otros con contratos millonarios. El Tren Maya benefició también al Clan de los hijos de López Obrador: ahí están las grabaciones de su operador financiero, Amílcar Olán, relatando los millonarios contratos que recibió, la piedra de baja calidad que vendió, las autoridades civiles y militares que corrompió.
Y todo, a costo político cero.
Entonces, cada que alguien diga que el Tren Maya no sirve, que se acuerde que para el régimen sí ha servido… y mucho.
SACIAMORBOS
¿Existirán imágenes de las cenas privadas en el Castillo de Chapultepec, donde el príncipe del poder agasajaba a sus íntimos socios políticos y de negocios?
Carlos Loret de Mola
historiasreportero@gmail.com