AMLO se radicaliza: ‘O conmigo o contra mí’
Justo a las puertas de la mayor crisis que haya vivido el país en su historia reciente, en la fase más peligrosa de la pandemia y en medio de un ambiente de tensión social y política, el discurso del presidente López Obrador pasó de la polarización y el contraste de las ideas y las diferencias, al llamado a la división franca y abierta de los mexicanos.
En la nueva dialéctica radical del lopezobradorismo sólo hay lugar para dos tipos de mexicanos: los que están a favor de su “cuarta transformación”, a los que identifica como “liberales” y los que se opongan a ella, a los que considera “conservadores”, clasificación en la que incluye también a todos aquellos que critiquen, disientan o cuestionen las decisiones y acciones de su gobierno.
“Es tiempo de definiciones, no es tiempo de simulaciones, o somos conservadores o somos liberales, no hay para dónde hacerse, o se está por la transformación o se está en contra de la transformación del país. Se está por la honestidad y por limpiar a México de corrupción o se apuesta a que se mantengan los privilegios de unos cuantos”, dijo el Presidente el pasado fin de semana desde Veracruz, en un mensaje que radicaliza a su gobierno y lo aleja definitivamente del “movimiento amplio, plural e incluyente” que propuso a los 30 millones de mexicanos que votaron por él en las elecciones de 2018, para apostar ahora por un movimiento radical y de incondicionales que apoyen ciegamente y sin cuestionamientos su visión de transformación del país.
El Presidente decide apostar en estos momentos delicados y, a escasos tres meses de que comience oficialmente el estratégico proceso electoral de 2021, por un choque frontal no sólo contra adversarios políticos y electorales, sino contra aquellos grupos y sectores que están inconformes con su gestión de la pandemia y con la falta de apoyos que le negó al sector productivo y a la clase media, porque los reservó para los sectores más necesitados —donde se ubican también sus clientelas políticas— y para obras y programas emblemáticos.
El problema es que en su discurso de intolerancia López Obrador parece asumir que sólo gobierna para los que piensan como él y se olvida del resto de los mexicanos que, en sentido estricto, son mayoría.
Al final lo más preocupante de la radicalización en el discurso del Presidente y con él de su gobierno, es que augura tiempos de confrontación y de tensión política y social en momentos en que el país enfrenta una situación frágil y delicada por una pandemia que aún durará meses entre nosotros y que tendrá consecuencias devastadoras para el empleo y la economía de los mexicanos.
Al final, cuando llama a las “definiciones” y coloca a los mexicanos en una disyuntiva de si están con él o contra él, López Obrador se aleja del presidente que ofreció democracia, tolerancia y respeto a la pluralidad y se acerca más a una lógica autocrática y autoritaria, al mismo tiempo que su “cuarta transformación” se parece más a una “revolución” que aunque él había ofrecido como “pacífica” hoy parece dispuesta a avanzar sólo con los incondicionales, aunque se tenga que aplastar a la disidencia.