El líder social que no se quiso mojar los zapatos
La imagen de Andrés Manuel López Obrador sobrevolando en helicóptero y observando desde las alturas el drama y la tragedia que vive su estado por las inundaciones que comenzaron desde el pasado 4 de octubre y que se agravaron la madrugada del sábado pasado, ilustra muy bien por qué sus paisanos tabasqueños están molestos, dolidos y decepcionados no sólo por el grave anegamiento que padecen cíclicamente cada año, sino porque sienten que el Presidente, su paisano, los abandonó a su suerte y el día que llegó con un mes de retraso a reconocer la gravedad de la situación ni siquiera se acercó a los tabasqueños que hoy lo han perdido todo y tienen que estar viviendo en albergues y, en contra de su costumbre y sus históricas luchas sociales que comenzaron justo en estas tierras que hoy están bajo el agua, ni siquiera se mojó los zapatos.
El Presidente no tenía planeado visitar Tabasco y había pasado la noche del viernes en Tepic, donde después de supervisar una obra carretera había pernoctado y desayunó muy temprano mientras se preparaba para viajar a Sinaloa.
Fue cerca de las 8 de la mañana cuando el mandatario tomó la decisión de suspender su gira y, en contra de su costumbre y de su acostumbrada austeridad, ordenó que un avión de la Fuerza Aérea lo trasladara de emergencia a Tabasco para supervisar personalmente la gravedad de los daños y las inundaciones.
Mientras el Presidente sobrevolaba y veía desde las alturas la tragedia, abajo, entre el calor del trópico y las calles de Villahermosa y de los municipios convertidos en ríos, los reclamos de sus paisanos hervían por el abandono que sienten de quien, habiendo salido de su misma tierra, hoy despacha en Palacio Nacional.
Había tardado un mes en ir a verlos en medio de su desgracia y ahora que había llegado tampoco pudieron verlo.
¿Qué le impidió al luchador social que andaba lo mismo en los pantanos que en los humedales apoyando las luchas de los indios chontales o tomando pozos para apoyar las demandas de las comunidades tabasqueñas en contra de Pemex, bajar a tierra y acercarse a sus desesperados paisanos?
¿Por qué evitó el Presidente mojarse los zapatos y hasta el pantalón para escuchar a los que perdieron todos sus bienes en estas inundaciones?
¿Fue miedo a escuchar los reclamos en el tono airado y apasionado del trópico, fue sólo prudencia o de plano se perdió la sensibilidad que lo ha caracterizado en su larga lucha política?
Las respuestas a esas preguntas pueden ser muy disímbolas según quien las responda; pero lo que quedó como un hecho el sábado pasado es que, a pesar del discurso de que “todo el Gobierno está apoyando” a Tabasco y a sus municipios afectados, hay un sentimiento de abandono del Gobierno que pensaron más los cuidaría por el paisanaje.
El reclamo entre los tabasqueños es que, además de la falta de inversión en las obras hidráulicas que otros gobiernos les prometieron y dejaron inconclusas y que éste Gobierno no retomó ni invirtió tampoco en dos años, también mucho tuvo que ver en el desbordamiento de ríos y el anegamiento de pueblos, las decisiones que ha venido tomando la Comisión Federal de Electricidad para el desfogue de presas.
Para decirlo simple y directo, tal como lo dicen en el trópico tabasqueño hoy sumido en la desgracia, “la culpa es de Manuel Bartlett” y, ni aun con su visita del sábado y con medio gabinete y la Marina que les mandó a ayudarlos, los tabasqueños no sintieron la presencia y el apoyo de su paisano en su visita relámpago en la que pasó apenas unas horas en su tierra y regresó a Palacio Nacional con los zapatos secos.