Esta columna tampoco le va a gustar al Presidente
El presidente que se jura “transformador de México”, el que pregona la “democracia” y la “defensa de la libertad de expresión”, el que compara su obra de apenas un año y medio con la Independencia, la Revolución y la Reforma y se autocoloca a la altura de próceres de la Patria como Hidalgo, Madero o Juárez, está demostrando ser mucho más pequeño que esas figuras porque se irrita y se descompone cuando abre un periódico como El Universal y no encuentra artículos ni columnas donde hablen bien de él y su gobierno.
Y si no encuentra loas, elogios e inciensos en las páginas impresas o en los contenidos de un medio, concluye entonces, desde su confundida e ideologizada visión de la democracia y la libertad de expresión que “en México no hay periodismo profesional ni ético, porque los periodistas están más cerca del poder, sobre todo del económico, que del pueblo”.
Un juicio tan visceral como injusto, que descalifica el trabajo de tantos periodistas y medios en México, parte además de premisas y razonamientos totalmente equivocados de López Obrador: primero porque él no se asume como el poder, el cual detenta y ejerce con toda su fuerza y dureza, entre los mexicanos. En esa calidad es que los medios y los periodistas le analizamos y lo criticamos, como el poder que representa, porque la esencia y la razón de ser de la libertad de prensa es criticar y cuestionar al poder.
El nivel de intolerancia a la crítica que muestra el presidente –de cualquier tipo pero especialmente a la de los periodistas– solo puede entenderse de dos maneras: o su ego personal es enorme y no soporta los comentarios negativos ya sea de él o de su gobierno, o estamos ante un perfil autoritario y dictatorial que, bajo la lógica del blanco y negro o del “estás conmigo o estás contra mí”, confunde y no entiende que la crítica y el análisis que se hace de su gobierno no es un tema de “liberales o conservadores” sino más bien de la revisión obligada de su papel actual como gobernante y representante del poder.
Cuando el presidente invoca su “libertad de expresión” para poder criticar y responder él a la crítica que se publica en los medios contra su gobierno tiene razón en una parte: él tiene el mismo derecho que cualquier otro ciudadano y periodista a expresar y decir lo que piensa y a dar su versión de las cosas, pero a lo que no tiene derecho es a dedicarse todos los días, perdiendo tiempo realmente valioso que podría dedicar a asuntos más importantes y necesarios para el país que gobierna, a estar descalificando, atacando y azuzando a la polarización y la descalificación de los profesionales del periodismo.
Entienda, señor presidente, que por mucha “transformación” que usted crea estar haciendo, la democracia y las libertades en este país no van a cambiar y que la prensa y los periodistas seguiremos haciendo la labor que nos corresponde incluso después de que termine su sexenio. Acostúmbrese a la crítica mientras esté en el poder y deje de dar lecciones de moral, de periodismo y de cuanta cosa le preguntan en sus conferencias.
Aquí seguiremos para contar lo que suceda en este país y en su gobierno, con la libertad que nos otorga la Constitución y con la responsabilidad, el rigor y la ética que nos exige nuestra profesión. Para parafrasear al mismo López Obrador que lo repetía constantemente en campaña y lo ha vuelto a sostener hoy que es presidente: “si ser ‘periodista conservador’ es criticar y cuestionar al poder, que me apunten en la lista”.