Federación cuestionada ¿gobierno rebasado?
Los cuestionamientos y las diferencias en la República suben cada vez más de tono. El gobierno del presidente López Obrador tiene demasiados frentes abiertos al mismo tiempo y muy poca operación política y diálogo casi nulo para resolverlos. Justo en el momento que nos enfilamos hacia la fase más crítica de la pandemia, en la que se esperan más muertes y la mayor presión sobre los servicios de emergencia en los hospitales del país, el liderazgo federal es torpedeado con acusaciones de “manipulación y mentiras” por los gobernadores de los estados, mientras desde los medios se llama a la población a desconocer y desobedecer las recomendaciones de la autoridad nacional.
La desunión, los intereses políticos y las diferencias ideológicas están prevaleciendo en una coyuntura mundial e histórica en la que el país necesita justo lo contrario: un liderazgo nacional capaz de colocarse por encima de todas esas diferencias e intereses, para unificar y calmar los ánimos políticos y para fortalecer con ello a la nación y su capacidad de respuesta ante la emergencia que pone en riesgo no solo la vida y la economía de los mexicanos, sino la viabilidad misma del país.
Lo que más preocupa es que desde el Ejecutivo federal no parece dimensionarse la gravedad del ambiente político que se genera en el momento más difícil e inconveniente.
No hay, desde la Presidencia ni desde el gabinete, una definición de cómo van a garantizar la estabilidad política y social en tiempos en los que muchos quieren aprovechar la coyuntura para sus planes políticos: si lo harán con “mano firme” o con “mano izquierda”.
“Es la verdadera democracia”, dice el presidente ayer domingo en un video desde el Palacio, en el que presume que el suyo es “un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
La democracia de la que habla debería estar enfocada en estos momentos difíciles en dialogar con los gobernadores personalmente o en convocar a un gran pacto o acuerdo nacional en el que se sume a todos los actores y sectores que hoy le cuestionan y reclaman. Asumir que el tamaño del reto que el país tiene enfrente, supera el egocentrismo y la necedad ideológica y politizada, y que para que sobrevivamos todos –su proyecto de gobierno incluido- es urgente diseñar un mecanismo de decisión y consenso.
Mandar mensajes, críticas y provocaciones desde una conferencia mañanera –cada vez más inservible para él y más intrascendente para el país-, no está alcanzando para gobernar a un país que se está agitando cada vez más y que avanza, entre el miedo, el aislamiento y la incertidumbre, hacia una situación crítica. Con tantos mensajes cruzados, tantos discursos encontrados y tantos llamando a la rebeldía y al desconocimiento de la autoridad federal, ya no se alcanza a ver a un verdadero líder que esté pensando y trabajando para salvar al país y no sólo a su proyecto político; lo que se ve es a un presidente que empieza a percibirse rebasado por el tamaño del reto que tiene enfrente.