¿AMLO fuerte o Biden demasiado débil?
En los balances internos que anoche hacían en el gobierno mexicano, sobre el resultado de la reunión bilateral entre el presidente López Obrador y el presidente Joe Biden, había un tono triunfalista: "Fue un gran encuentro. Se vio a un presidente muy fuerte. El resultado de todo el episodio de la Cumbre de las Américas fue un excelente encuentro bilateral, donde el mandatario mexicano pudo plantear su visión en temas como migración".
No se puede negar que fue un buen encuentro para México y para el Presidente, sobre todo a partir de los acuerdos que se reflejaron en el comunicado conjunto de la reunión, donde se habla de fortalecer la cooperación económica para enfrentar "los desafíos globales y regionales sin precedentes" como la inflación desbordada, a través de mejorar y fortalecer las cadenas de suministro en la región de América del Norte. "El aumento acelerado de la inflación representa una amenaza directa para el bienestar de las familias en ambos países y requiere acciones robustas inmediatas y concertadas", dice el comunicado en el que se habla de acelerar el comercio bilateral de productos agrícolas para reducir costos comerciales y garantizar el suministro de alimentos básicos entre los tres países en el marco del TMEC.
A partir de ahí, y considerando que la emergencia económica y alimentaria es el mayor desafío que enfrenta el mundo en estos momentos, no hay duda de que fue un encuentro productivo y que, junto con el compromiso de invertir en infraestructura y modernización de puertos de tierra en la frontera común de México y Estados Unidos, para generar empleos y aumentar las importaciones y exportaciones entre los dos países, habrá acciones concretas y programas de inversión entre los dos países, incluso con Canadá, para enfrentar la difícil situación económica que enfrenta la región de América del Norte.
Se comprometió incluso a que, en el próximo Diálogo Económico de Alto Nivel, que se realizará en septiembre, se hablará de agilizar las inversiones entre los tres países, sobre todo en sectores como el energético, de los semiconductores y tecnologías de la información, además de hacer compromisos puntuales sobre la emisión de gases de metano y petróleo a la atmósfera, de promover las energías verdes y avanzar en la transición hacia los vehículos eléctricos y de cero emisiones.
Ya en el tema migratorio, que era una de las prioridades, es cierto que López Obrador fue claro en su propuesta de un programa legal de migración y visas de trabajo para la mano de obra mexicana que demanda la economía de Estados Unidos y que incluso le sugirió a Biden retomar aquel modelo del programa "Bracero" que funcionó entre los años 40 y 60, y que permitió la migración laboral legal y ordenada de miles de mexicanos al vecino país; pero también es cierto que el presidente de Estados Unidos fue muy claro en que en estos momentos, si bien necesita el apoyo mexicano para contener la migración ilegal y a las mafias de trata de personas, no es el tiempo de hablar de programas de legalización ni de más visas de trabajo que las que ya otorga su país con el formato H2, porque las próximas elecciones de noviembre para el Senado de Estados Unidos hacen que el tema migratorio sea agenda de campaña para los dos partidos. Por eso Biden le pidió a AMLO que en materia de migración habría que tener "paciencia y trabajo conjunto".
Los temas de seguridad y combate al crimen organizado fueron abordados más por Biden que por el presidente de México, que sabe que ahí tiene su talón de Aquiles. Más operativos y golpes contra las mafias criminales del narcotráfico, pidió el mandatario estadunidense, y que México refuerce su combate al fentanilo con la formación de un "Grupo de Trabajo Conjunto" entre los dos países para interrumpir el flujo de fentanilo que está matando a los adictos en el vecino país, todo en el marco del Entendimiento Bicentenario.
Hasta ahí los principales acuerdos hablan, sin duda, de una reunión puntual y con compromisos concretos que servirán a los dos países. Y nadie podrá decir que le fue mal a México o al presidente en esta visita. Pero de eso, a asegurar, como lo hacen en el gobierno mexicano, que AMLO "se vio muy fuerte" frente a Biden, habría que preguntarse si realmente el mandatario mexicano se vio tan fuerte o si más bien, el presidente de Estados Unidos, en el grado extremo de debilidad en que se encuentra por la inflación, la desaceleración económica, el impacto de la invasión rusa a Ucrania y su incapacidad para frenar la ofensiva bélica de Vladimir Putin, y sobre todo por las presiones políticas domésticas con Donald Trump y los republicanos soplándole en el cuello ante las próximas elecciones del Senado, ¿no tuvo que tragarse ofensas y desaires para dejar que López Obrador se luciera, ante la innegable necesidad que Biden tiene del apoyo mexicano?
Porque está claro que, como pocas veces en la historia de las complicadas relaciones entre México y Estados Unidos, en este momento la administración Biden no puede prescindir ni darse el lujo de tratar mal al gobierno de López Obrador. Lo necesita para frenar la migración ilegal en su frontera sur, lo necesita para fortalecer la economía de Estados Unidos y su seguridad alimentaria que está vinculada estrechamente a las importaciones agrícolas desde México, y también requiere de su apoyo para detener la epidemia de muertes por fentanilo que azota al territorio estadounidense.
Pero además de todo eso, lo que más necesita en estos momentos Joe Biden y el Partido Demócrata, del presidente de México, es su influencia innegable en la comunidad migrante de mexicanos en Estados Unidos, sobre todo a partir de los datos duros de que de los 32 millones de hispanos que tienen derecho a votar en las elecciones estadounidenses, casi el 60% son de origen mexicano y se reparte mayoritariamente en estados como Texas y California. Y aunque ese voto hispano y mexicano es por tradición de mayoría demócrata, en 2016, Donald Trump alcanzó hasta el 29% del voto hispano o latino, lo cual convierte a los votantes mexicanos en un factor clave para las elecciones senatoriales de noviembre.
Por eso no fue para nada casualidad que López Obrador se dejara ver en todo momento querido, apapachado y cercano a los migrantes mexicanos que lo fueron a apoyar y a vitorear lo mismo al hotel de la avenida Pensilvania donde se hospedó, que al homenaje que rindió a Martín Luther King, en su memorial, en donde el acto para conmemorar al luchador de los derechos civiles de los afroamericanos, se convirtió en un auténtico mitin lopezobradorista, donde cientos de migrantes mexicanos ovacionaban y coreaban consignas de apoyo al presidente mexicano.
Así que sí, fue sin duda una visita productiva para el país, y políticamente redonda para López Obrador, tanto que hasta logró que en el comunicado conjunto, Biden se comprometiera públicamente a que vendrá a la Cumbre de Líderes de América del Norte, que tendrá lugar el próximo mes de noviembre en México. Es decir, que de aquel desplante de la Cumbre de las Américas nada, ni una mención y mucho menos ningún reclamo. Sin escatimar el éxito para el presidente mexicano y, por supuesto para el canciller Marcelo Ebrard, que le planchó muy bien los acuerdos y entendimientos, sólo habría que preguntarse: ¿de verdad López Obrador lució tan fuerte o fue más bien que la debilidad y la necesidad de Biden así lo hizo aparecer?