Zaldívar se desmarca; el Presidente ataca y el Poder Judicial se cimbra
La crisis interna del Tribunal Electoral, con la ruptura que hoy tiene paralizada a la máxima instancia de justicia comicial, en medio de la calificación de varias elecciones del 6 de junio que sigue pendiente, terminó por sacudir al Poder Judicial de la Federación. La intervención del presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, que dialogó el jueves con los cinco magistrados rebeldes, terminó mezclándose con el tema de la polémica reelección de dos años de la Reforma Judicial, y provocó que el presidente Andrés Manuel López Obrador estallara en reclamos, descalificaciones y comentarios desproporcionados y que generalizan sobre un “Poder Judicial que está podrido”.
La ruptura del Tribunal Electoral, al que también calificó de “echado a perder” y pidió la renuncia de sus siete magistrados “por dignidad”, le sirvió a López Obrador para volver a la carga en contra de dos de las instituciones del Estado mexicano a las que no ha podido someter y controlar, por más que lo ha intentado. Por un lado, aprovechó la crisis de los magistrados electorales para repetir su discurso de que “se debe hacer una limpia en el INE y el Tribunal Electoral porque no sirven”, y por el otro, el Presidente arremetió con todo en contra del Poder Judicial en su conjunto y descalificó a jueces, magistrados y ministros con acusaciones de corrupción, de que carecen de representatividad popular y de responder a intereses más que administrar justicia:
“Jueces, magistrados y ministros están echados a perder. Hay excepciones honrosas, pero por lo general el Poder Judicial está podrido; o sea muchísima corrupción en los jueces, no representan al pueblo y la verdad, la Corte sigue siendo la Suprema Corte, si acaso del derecho, pero no de la Justicia… Sigue habiendo muchos intereses, no quieren que se acabe con la corrupción, con el nepotismo. Y el Consejo de la Judicatura está actuando con mucha lentitud”, dijo el Presidente en una crítica que no sólo generaliza sino que confirma la actitud injerencista e intervencionista del mandatario hacia otro Poder del Estado.
Porque si bien es innegable que hay un proceso de corrupción grave en el Poder Judicial, la forma en la que el Presidente descalifica a toda la estructura de un poder autónomo constitucionalmente, lejos de abonar a la idea de que López Obrador quiera “limpiar” a la justicia, parece apuntar a la molestia del titular del Poder Ejecutivo porque los juzgadores, magistrados y ministros, se niegan a someterse y a acatar sin cuestionar los designios presidenciales.
La reacción del Presidente claramente muestra la molestia y el enojo que le causó el aviso que le dio el jueves pasado el ministro Arturo Zaldívar al que tanto pondera y elogia públicamente. Porque, según sus cercanos, Zaldívar no fue a consultarle o pedirle permiso al Presidente, sino que el ministro sólo le comunicó “por cortesía republicana”, la decisión que ya había tomado. Y aunque el Presidente lo escuchó serio y le dijo que respetaba su decisión de no aceptar el alargamiento por dos años, claramente ésta no le gustó y terminó molesto y enojado. El argumento que le dio Zaldívar, de que ninguno de los 10 ministros restantes de la Corte querían que él permaneciera dos años más y se iban a oponer votando en contra de la constitucionalidad de esta medida, es lo que está detrás de los duros y agresivos comentarios de López Obrador sobre la Corte y los “ministros que no quieren al ministro Zaldívar porque él es honesto”.
El presidente de la Corte, nos dicen, no sólo le dio aviso al Jefe del Ejecutivo de su decisión de deslindarse y desmarcarse del polémico artículo 13 transitorio de la Reforma Judicial; también les comunicó su decisión, tanto a Ricardo Monreal, líder del Senado, como a Ignacio Mier, de la Cámara de Diputados, les dijo en comunicación directa que no aceptar esa reforma “es un tema de congruencia, pero también de respeto a la ley y la Constitución”… Se lanzan los dados. Escalera doble. Semana pesada pero buena.