Manuel Grijalva González, el Peluquero de la Rosales
Cada primer sábado del mes de septiembre se celebra el Día Mundial de la Barba, con el propósito de visibilizar el estilo estético que nunca pasa de moda y en la actualidad es una tendencia.
La barba es un elemento imprescindible de la estética masculina. Desde tiempos antiguos se ha atribuido a los hombres con barba ciertas cualidades, como sabiduría, potencial sexual y elevado estatus social.
La barba imprime un estilo único y particular en el sexo masculino, pero no podemos hablar de barbas sin mencionar a quienes hoy se dedican a estilizaras, los barberos. Aunque existe una connotación en el gremio para barberos, estilistas y peluqueros, la labor de hacer el pelo y la barba existe desde la antigüedad, a través de los años solo ha cambiado su nombre siendo las “Barber Shop” el predominante hoy en día.
Antes, la preparación del trabajador del cabello y la barba no era tan sencilla, hoy es una profesión que se puede estudiar. En los años 70 la preparación para el oficio era meramente empírica como lo relata don Manuel Grijalva, “el Peluquero de la Rosales”.
Relatar la historia de Manuel Grijalva González a través de un texto es todo un reto, con 71 años la historia que ha construido uno de los peluqueros de la vieja escuela en Hermosillo es difícil de resumir. Se trata de una persona que se inició como “bolerito”, que a la edad de 11 años salió de su casa para ayudar a su familia y encontró la profesión que le ha dejado grandes satisfacciones y que ejercerá hasta el final de sus días.
El origenOriginario de Cumpas, Don Manuel hizo base en la ciudad de Hermosillo a la edad de 5 años, cuando su familia se dedicaba a la pizca de algodón. Se estableció en la Costa de Hermosillo en el año 1955.
A una edad considerable, su padre pensó en el futuro de sus hijos y se mudó a Hermosillo, donde la abuela de Manuel los esperaba en la populosa colonia Coloso.
“Ahí rentó una casa mi papá y ahí nos quedamos, ahí estoy viviendo desde entonces, mi papá hizo la casa en el cerro, pero yo me casé, fallecieron ellos, me quedé con la casa y yo decidí comprar una casa enfrente de la escuela, por la Nueva Circunvalación en el Coloso, el barrio en el que toda la vida he vivido”, refiere.
Don Manuel Grijalva González trabajó durante tres años boleando zapatos, oficio que le hizo conocer a muchas personas por prestar sus servicios por fuera de las peluquerías.
“Comencé en una peluquería en la Doctor Noriega, entre Matamoros y Juárez, salió don Leoncio Acosta, muy buen hombre, me dijo vente para acá, dame bola, ahí estuve yo y ese día gané como cinco pesos, porque cobrábamos 40 centavos la boleada más la 'propinita' que me daban los clientes; ese día llegué a la casa como loco con los cinco pesos y sin cajón, mi mamá me regañó, cuando le enseñé el dinero me preguntó si había vendido el cajón, me dijo que cuando llegara mi papá se iba a enojar y yo llevaba más dinero que mi apá”, recordó.
En ese entonces el mínimo no alcanzaba los seis pesos, suma que apenas lograba llevar su padre al hogar, el pequeño Manuel tenía la encomienda de que sus papás fueran a dialogar con don Leoncio Acosta, quien les comentó que trabajaría con él, para que no anduviera peligrando en las calles.
“De ahí como en el 65, me vine a Pino Suárez y Serdán, eran 'Los Panchos', tenían ocho sillones, éramos dos boleros, llegué a ganar hasta ocho pesos, en ese tiempo también trabajé en el Banco de Comercio, estaba entre Yáñez y Serdán, yo le daba 'bola' al gerente y al subgerente, ahí me enseñaron a ahorrar”, mencionó.
A sus 14 años en 1965, tres años después de que comenzó como bolero, un hombre de apellido Velazco, gerente del Banco, le depositó 20 pesos y le hizo prometer que seguiría alimentando la cuenta, disciplina de ahorro que ejerce hasta la fecha.
“En el 68, dos personas abrieron una peluquería en el edificio Alonso, que se llamaba 'Olímpica', así le pusieron por las olimpiadas, esa es esta peluquería que se movió para acá, en el 68 yo iba temprano, aseaba el lugar y como estaba desde temprano me decían los clientes, 'Manuelito, pélame, no han llegado los peluqueros'; yo les decía que los iba a trasquilar pero no les importaba”.
Como peluqueroEn los años 70, se inauguró la peluquería Centenario, justo donde hoy se ubica la Notaría Pública número 35, Manuel llegó con su silla de bolear, pero el puesto que le tenían era el que definiría su destino.
“Yo dije que todavía no y me dijeron que ya era hora, y yo me aventé, pero en ese tiempo nos pegaron los 'mechudos', los Hippies, todos andaban mechudos nadie se quería pelar”
Hasta los adultos mayores querían tener el pelo largo, acudían cada dos o tres meses a realizarse un corte de pelo, esa etapa duró cuatro años. Tras ese lapso, la peluquería “Olímpica” se mudó al establecimiento en la calle Rosales y Doctor Paliza, lugar en el que desde hace 25 años prevalece bajó la administración de don Manuel, quien ha trabajado ahí desde hace 40 años.
“He conocido a muchas personalidades, muchos actores políticos del estado de Sonora, no es por echarnos flores pero somos de las mejores peluquerías y aquí hemos recibido a albañiles, boleros y de todo, doctores, ingenieros, me tocó pelar a (Luis Donaldo) Colosio, al gobernador (Samuel) Ocaña, (Armando) López Nogales, (Rodolfo) Félix Valdez no vino, pero me tocó 'pelarlo', hasta del deporte, (Héctor) Espino, Celerino (Sánchez), me gusta mucho el beisbol, yo les sacaba plática”, detalló.
Dejará su legadoSu hijo, quien lleva por nombre Manuel al igual que él, cuando terminó la secundaria decidió ser mecánico, después de su preparación consiguió trabajo en Volkswagen, pero a los meses, el joven decidió que mejor se dedicaría al oficio de su padre.
“Le dije, si quieres ser peluquero y te gusta, no sólo porque ves cómo yo gano un poco de dinero está bien, pero si sólo quieres entrar sin razón, no serás buen peluquero, yo le enseñé, trajo a sus amigos a cortarse el pelo y ¡sí, es muy buen peluquero!”, señaló.
El secreto de la profesiónLa principales causas del retiro de un peluquero son las várices y el pulso. Cuando el Hospital Militar se encontraba cerca de la calle Rosales, a don Manuel le tocó cortar el cabello a varios médicos, uno de ellos, especialista en el tema.
“Me dijo, yo te voy a recomendar mucho que camines todo lo que sea posible, me preguntó dónde vivía y me recomendó caminar desde mi casa al trabajo y eso me ha servido mucho, nunca quise tener carro, tenía clientes que me decían que comprara uno y que se encargaban de que yo lo pagara con cortes, pero no quise, a mis 71 años, voy y vengo a pie”, expresó.
Todas las mañanas a las 8:00 horas, don Manuel sale de la colonia Coloso y se dirige a su trabajo, es una caminata que dura aproximadamente 20 minutos. El peluquero no tiene celular, no conoce un transporte por aplicación y ocasionalmente, ante las altas temperaturas, decide tomar un camión.
Una pandemia se suma a sus anécdotasEl 14 de marzo del 2020 la peluquería cerró, contó Manuel, después de que inspectores de Salud informaran que sería una medida momentánea, ya que el Covid-19 había llegado a Sonora, cambiando la vida como la conocíamos.
“Me dijeron que duraría 15 días, después fueron otros 15 días y otros tantos, no me gustó. Le dije a mi señora que me estresaba, quería hacer algo, no me podía ir a empacar por la edad, no podía salir a vender dulces por lo mismo, hasta que un día, cuatro semanas después del confinamiento, compré unas cartulinas y puse en la casa 'Corte de pelo, 50 pesos' ", compartió.
El peluquero se percató de que sus clientes ya traían el cabello largo y, aunque adaptarse a esa forma de trabajo fue su idea, nunca dejó de tener miedo, cobraba 50 pesos a la clientela del barrio y 100 a los clientes del negocio.
“Se nos fueron muchos clientes, murieron, supimos de 15 a 20 clientes, estaban jóvenes, todavía en julio se fueron dos, uno de 40 y otro de 50, uno de ellos se metía con su esposa al mar y duraba dos o tres horas a la semana y que según agarraba defensas y nunca se puso la vacuna, yo le decía que se la pusiera”, comentó.
El artista de la tijera se contagió después de tener la primera dosis del biológico en su sistema, no le fue mal, pero la enfermera que le atendió le explicó que si se hubiera enfermado antes de recibir su vacuna, otra hubiese sido la historia.
La profesión que le ha dejado tanto será la que ejerza hasta que culmine su ciclo de vida, compartió Manuel; a través de la peluquería, sacó adelante a sus hijos, Manuel, Idania Dolores y Éricka Lizeth.
Con esta actividad construyó su hogar junto a su esposa Francisca Angelina Jáquez y ser peluquero es la actividad que sus nietos ven que realiza mientras crecen. También es la labor que le ha dejado toda cantidad de amigos y hasta un nieto postizo.
Este 3 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Barba, si aún no sabes dónde ir a cortarla o darle estilo, don Manuel Grijalva te puede ayudar.