eTalento | Franco Félix, implacable corrector de sus propios libros

El hermosillense Franco Félix tuvo la intención de ser escritor desde muy joven. Su primera y segunda novela “no fueron publicadas”, dice con alivio. Le resulta embarazoso, enjuicia a sus primeras obras como “malas”.
Especial / EXPRESO

HERMOSILLO, SON.- El hermosillense Franco Félix tuvo la intención de ser escritor desde muy joven. Su primera y segunda novela “no fueron publicadas”, dice con alivio. Le resulta embarazoso pues enjuicia a sus obras primerizas como “malas” sin reparo alguno.

Recuerda con nostalgia esos años pueriles donde escribir le provocaba adrenalina y furor, mientras que hoy resulta un escritor mucho más disciplinado con su trabajo.

“Creía que escribir un libro era solo escribir un libro, pero hoy he aprendido que es un proceso mucho más sinuoso”.

Corregir es difícil y doloroso porque se despedaza el trabajo, se desarma y se vuelve a armar, partirlo en dos o en tres. Para Franco, la verdadera labor de escritor viene en las correcciones.

“Conforme más crezco y ejercito la pluma, más intolerante me vuelvo conmigo mismo”.

No hay prisa, para él cada obra tiene un disparador distinto, no se considera a sí mismo un cazador del mismo tema como otros tantos escritores han declarado. El acto fundacional de cualquiera de sus obras son los detalles delante de uno: “casi siempre es la lectura de un libro que no puedo superar, una historia que da vueltas en la cabeza o algo de mi pasado que va y viene".

“Recién terminé un proyecto que me tomó varios años, una novela sobre mi madre. En ella explico que gracias a varias causas, la mayoría de ellas accidentales, relacionadas con su color, terminé desarrollando un montón de dilemas psíquicos que la escritura me ha ayudado a resolver. No es que mágicamente hayan desaparecido, sino que he aprendido a lidiar con ellos”.

Conoce un poco de su pensamiento

Hay una pregunta que es odiosa de hacerla, y de responder todavía más, pero siempre es interesante leerla cuando es un autor el que contesta ¿Qué es lo más difícil de ser escritor?

R: De entrada me produce un poco de amargura imaginarme que alguien que escribe esté pasando dificultades, no  por existir, sino por ser, por supuesto, escritor. Habría un montón de masoquismo en ello. Quiero decir, si estás pasando dificultades, deja de hacerlo, carajo. Debe ser terrible, salvo que seas poeta y te jactes de ello. Ya sabes, la vieja estampa del escritor trastornado por su escritura. Si no eres Kafka, no jodas.

Sin embargo, si la pregunta está encaminada a escudriñar las dificultades por las que atraviesa el escritor que quiere publicar, entonces diría que no son pocas. Primero está superar su propia trampa. Todos creemos que somos implacables, hasta que alguien nos lee de verdad y nos hace trizas.

Luego está la impronta de no ser conocido y por lo mismo, no publicado. Las editoriales no te reciben manuscritos directamente. Y luego tienes que competir contra un mercado editorial que está plagado de libros de youtubers, influencers y esa clase de renacuajos que son pretendidamente escritores y tienen cientos de miles de lectores, o más, incluso que los mismos tótems de la literatura de superación. Y si eres mujer, estos escollos al triple. Supongo que debe haber un balance entre todo esto y las ganas que tiene uno de “escribir”.

¿El escritor tiene una función social? Esta es una pregunta de la cual muchos rehúyen y otros tantos abrazan.

R: El escritor no es un agente de cambio y no tiene por qué buscar mejorar nada, salvo su propia perspectiva y lo que detone en su vida la escritura. Lo demás, lo que estalle en otras cabezas, no podría ser su responsabilidad.

Cualquier libro que tenga ese objetivo, el de convencer de algo, es proselitista. Hoy está muy de moda decir “tal cosa es política”, y le untan una celestialidad a la palabra “político” como si estuviera siendo proclamada por el mismo Foucault. ¿No has visto? Todos son como pequeños Foucalts en Twitter o Facebook. Es sorprendente lo listos que son. Lo extraño es que haya tantas mentes brillantes y el país esté tan jodido.

Pero si uno lo piensa bien, vamos, lo político siempre ha sido una reverenda tomada de pelo, ¿no? “No comer pollo es político”, ¡a la mierda!, bajo esta premisa, la funcionalidad del escritor no existe, porque su presencia se desvanece en cuanto el texto se materializa y se reproduce.

Es el viejo dilema de separar al autor de su obra y todo eso. Un tema aburridísimo porque hace décadas lo superamos, pero como la sociedad contemporánea es ahistórica, o niega la historia -¡vamos, si niega que la Tierra es redonda o que existe la nieve!-, pues da vueltas sobre ese juguete que no tarda en aburrirlo.

Existe la idea de que hay literatura catalogada o encerrada en atributos tanto territoriales (del norte) como ideológicos. Algunos consideran que esto es fatal para que la obra respire fuera de su tiempo y espacio, mientras que otros argumentan que separarlas de donde nacieron o fueron pensadas es un error al momento de interpretarlas.

R: El concepto de literatura del norte me parece tan absurdo como el de literatura femenina o literatura juvenil o literatura menor.

Estas etiquetas parecen estar hechas para que uno no se pierda en los pasillos de las librerías. Pero  incluso eso es un error. Porque perderse en los pasillos de las librerías es bastante enriquecedor. Siempre hay  hallazgos accidentales en las pesquisas.

Desde hace años escucho esta generalidad, porque me parece solo eso, una  generalidad, sobre la escritura hecha en distintos puntos geográficos que no son el centro. Porque si uno está en el norte y dice “hago literatura norteña”, infringe una ley fenomenológica: perturba su percepción, por anclar un nodo focal. ¿Al norte de qué? Al norte del centro. Y bajo esta noción, la enunciación estima su propia falla.

Ahora que estamos encerrados por la pandemia, y que su efecto ha tenido repercusión en la vida de todos, ¿se puede escribir algo hoy sin que el tema de la pandemia salte siempre?

R: Siempre escribiremos sobre un desastre, sólo que ahora todos ponemos atención al del coronavirus. Sólo espero que no se venga este maremoto de novelas sobre la pandemia, ¡Dios mío!, porque no pienso leer ninguna.  De verdad  que aún no entiendo cómo están publicando libros sobre esto, si no hemos terminado de salir del confinamiento. ¡Qué impaciencia! Todavía le faltan un par de nudos a esta historia.

Por otro lado, en cuanto termine el horror del virus, entraré en un estado de negación, me diré a mí mismo que no pasé un año encerrado, sólo para mantenerme un poco cuerdo.

Acaba de terminar de corregir un libro que llevaba años en su cabeza ¿ahora qué sigue?

R: Sí, durante años no podía salir de ese proyecto por motivos personales, pero creo que es hora de trabajar en un par de ideas que tengo por ahí. Además, debo corregir y pulir un libro de ensayos sobre máquinas y mingitorios y un  libro de relatos que se han ido acumulando con el tiempo.