Hugo Candiani ha vivido en su 'piel' la evolución de los tatuajes
Cada tatuaje tiene una historia y en la década de los '90, en Hermosillo era toda una odisea digna de contar, ya que corrían varios riesgos, desde ingresar a una cárcel hasta enfermar de hepatitis.
Hugo Candiani Porchas, propietario de la tienda Candiani y pionero en la industria del tatuaje y piercing en Hermosillo, narró que hace hace más de 30 años, la aplicación de tatuajes no era regulada, un periodo de transición que le tocó vivir desde su negocio, ubicado en el centro de la ciudad.
Fue a través de la clientela que se enteró que los tatuadores hacían sus negocios tanto fuera como dentro del Cereso, ya que “salían de la cárcel y se dedicaban a tatuar, si los agarraban y metían al bote, pues tatuaban adentro; tenían dos establecimientos”, señaló.
Candiani Porchas relató que anteriormente, dentro de la cárcel se utilizaba un motor de un motor de grabadora, la cual posee bandas, entre ellas metían una pluma y dentro de la pluma una aguja para hacerla girar y que pudiera penetrar en la piel.
“Hacían girar la pluma, tenía movimiento y con un trapito echaban; te escurrían la tinta en la piel y con eso te tatuaban; hacían muy buenos trabajos, con tinta china, Pelikan, con rastrillo quemado, la aguja penetra y se queda ahí en el cuerpo”, señaló.
El empresario relató que antes se usaba pagar por dejar ingresar a las celdas y tatuarse dentro de la cárcel, además se les daba como pago cigarros o unos cuantos pesos a los presos que hacían el trabajo.
“Nosotros cuando instalamos el kit de tatuajes en la tienda, que comenzamos a tatuar hace 32 años, aproximadamente, no existía la regularización que hay ahora, hoy contamos con el aviso de funcionamiento de la Cofepris, tenemos un cuarto aparte con todo estéril y desechable, antes había que conseguir agujas, soldarlas, limpiarlas y esterilizarlas, era un ‘tiro’”, dijo Candiani.
Además, el tiempo en que se podía hacer un dibujo en la piel era bastante tardado, ya que llegaban a durar hasta un día en hacer una pieza ya que tenían que hacer el diseño, buscar una copiadora, calcar para hacer un solo tatuaje.
Recuerda con nostalgia
Cuando se estableció Hugo Candiani en su local en 1991, ubicado en la calle Matamoros entre Dr. Noriega y Morelia, fue cuando una persona llegó a ofrecerle la alternativa de tatuar, la que aceptó y por mucho tiempo mantuvo un gran número de personas que querían ver obras en su piel.
“En ese tiempo yo ya me había cambiado aquí a la Matamoros y llegó un chavo que no conocía y me dijo que si no quería que tatuara aquí, mi novia me acaba de regalar un kit de tatuajes, estoy casi seguro que fue el primer kit de tatuaje en todo Hermosillo”, señaló.
Dijo que después de ello acondicionaron un área arriba de su local, la cual aún opera para tatuar, además de hacer perforaciones en la piel, algo que recuerda con mucho cariño y nostalgia.
“Era mucho trabajo, era todo el día y había fila de chamaquitos, era un tiro porque no perforábamos a menores de edad, en esa época los mayores de edad no se perforaban, si acaso alguien traía un aretito en la lengua, pero ya en el labio o en el ombligo, que se puso de moda, sí teníamos mucho trabajo, sobre todo en el tatuaje, no atendíamos a menores de edad, era puro ‘pinto viejo’, puro veintón, treintón”, exclamó.