Año Nuevo Seri: una fiesta de abundancia
Con la llegada del mes de julio, la flora y la fauna en Punta Chueca y Desemboque comienzan a florecer. Para los comca’ac, o seris, este evento demarca el inicio del año. Es por ello, que la comunidad abre sus puertas, tiñe el cielo con listones color rojo, blanco y azul, como su bandera, y comparte alimento y bebida con todo aquel que se una al festejo. Es una fiesta de abundancia.
Una fiesta que refleja la abundancia del verano debido a la renovación: las pitayas comienzan a poblar los cactus, las péchitas se suspenden de las ramas del mezquite, las semillas, dicen los ancianos, están listas para florecer. La fauna hace lo propio: coyotes y venados se preparan para el parto, y el camarón y otras especies marinas se alistan para desovar. Todo ello enmarcado en la llegada de las primeras lluvias del año.
Los comca’ac, así, inician y terminan sus festejos con el canto profundo que les caracteriza. Debajo de una ramada ceremonial formada por palos de ocotillo y hojas de palma, inicia la jornada con el canto al año nuevo: se inaugura la celebración, que para los nativos representa un periodo de convivencia, tranquilidad y descanso, antes de volver al ajetreo diario.
El baile, el canto y la bandera
Además del canto, los hombres de la arena, como fueron llamados por la tribu yaqui, se distinguen por su baile: un zapateo sobre una tabla de madera que da el ritmo a la música que de otro modo permanecería desnuda. Uno de los danzantes lleva por nombre Víctor René Morales Molina, que a la edad de 17 años es uno de los más diestros en su arte.
“Danzo desde que tengo memoria, desde que camino. Mi abuelo, Toro Canela, me enseñó y desde entonces lo hago”, compartió el joven.
Los cantos narran la celebración entera. Unos hablan del vino de pitaya, mismo que sólo se produce para el año nuevo y que se elabora enteramente con el fruto desértico: se pone a fermentar para beberlo luego de una ceremonia, comparte Mirna Francisca Herrera Astorga, vicepresidenta del Consejo de Ancianos de la Nación Comca’ac.
“Izamos la bandera y como 5 o 6 mujeres con traje típico llevamos el vino, hacemos una ceremonia y al final todos pueden beber de una biznaga y recibir la bendición del año nuevo”, dijo.
Al caer la tarde del 30 de junio, los ancianos de la comunidad guían la bandera hacia el cielo mientras entonan sus cantos. Este momento, comparten, es emotivo porque representa un logro: sobrevivir como pueblo un año más.
Una fiesta para todos
Luego de la solemnidad del momento, la celebración toma un tono más festivo y las mujeres y hombres en sus trajes tradicionales y sus maquillajes característicos, comienzan a dispersarse por el pueblo. Entre tanto, quienes asisten son recibidos “como en su casa”, al grado de que no es necesario pedir comida: es para todos, desde el pan seri hasta el caldo de caguama, platillo que por su raíz cultural sólo los comca’ac tienen permitido preparar.
En tiempos modernos la celebración es abierta: gente de Hermosillo, de México y de todo el mundo se da cita para celebrar la reproducción de la vida. Se da una simbiosis única en el año y en la geografía. Las charlas, los abrazos y el compañerismo inundan las playas de Punta Chueca y Desemboque.
La celebración llega a su fin poco después de entonado el canto de la guerra, que predispone el final de un ciclo y el comienzo de otro. La gente de fuera regresa a sus vehículos y toman la carretera. La gente de la arena sigue con su vida un año más, listos para la pesca, la recolección y la renovación.