"Aprendí a prueba y error": Oscar Monroy fotografió parte de la historia de Nogales

El ver y observar con ojos de citadino, de una persona que salió de la capital del país, ha sido el factor clave para que las fotografías de Oscar Monroy sobre la vida en la frontera sean reconocidas.
Foto: Marco Flores / EXPRESO.

NOGALES, SON.- El ver y observar con ojos de citadino, de una persona que salió de la capital del país, ha sido el factor clave para que las fotografías que ha tomado Oscar Monroy sobre la vida en la frontera sean tomadas en cuenta y reconocidas a nivel nacional e internacional.

El fotógrafo profesional es admirado por miles de nogalenses gracias a su enfoque y trabajo detrás de la lente, desde sus proyectos comerciales, culturales y pasando por dos ámbitos de la fotografía que son extremadamente difíciles de hacer bien, como lo es el desnudo artístico y la imagen urbana.

A lo largo de su trayectoria, que data de finales de la década de los 70, la fotografía en la frontera ha sido uno de los aspectos artísticos del trabajo que mayormente distinguen a Oscar Monroy.

Foto cortesía de Oscar Monroy.

El siempre hacer fotografía en la frontera, lo hace porque es especial y sobre todo en el ámbito cotidiano o documental, ya que en la frontera suceden muchas cosas que no pasan en otras partes del país.

A lo largo de casi seis décadas, ha retratado precisamente parte de una problemática muy específica, como la violencia, la migración y en Nogales en específico, como la gente vive en los cerros y las cañadas, donde cuando llueve se convierten en arroyos.

La maquiladora, las colonias populares, que son distintivos muy propios de la frontera y que fotográficamente te da mucho material para trabajar, tienes una amplia gama de temáticas”, añade.

Recordó uno de sus tantos proyectos fotográficos en su carrera, al que denominó “Colonias Populares” y que tuvo como propósito ir a retratar a los colonos que residían en las primeras colonias fundadas a finales de los años noventa.

Foto cortesía de Oscar Monroy.

Agregó que gran parte de esos sectores, eran de familias que trabajaban en la maquiladora, además por otro lado, en los medios de comunicación, promoción a la industria, en el sentido que generaba bienestar y progreso a la frontera, pero para Oscar algo no cuadraba.

Me iba a las colonias y retrataba a la gente que estaba en sus casitas construidas de material como racas, cartones de la misma maquiladora donde trabajaban, las cajas de empaque y con su tinaco de 200 litros afuera esperando a que se los llenaba la pipa porque nunca tenían agua, era retratar ese contraste y realidad”, comentó.

Agregó que si regresa actualmente quizás esas casitas ahora ya están hechas de bloque, porque han pasado muchos años y hay un proceso de mejora relativa, pero siguen siendo trabajadores muy mal pagados, con sueldos que no alcanzan para nada en la actualidad.

Monroy añade que la problemática nogalense se distingue además por su topografía, una ciudad llena de cerros, donde el llevar el agua hasta la punta de un cerro no es fácil, la sobrepoblación que se registra a raíz de la maquiladora ha generado otra serie de conflictos y todo fue captado en fotografías, para mostrar esa otra realidad que no le gusta al gobierno.

Foto cortesía de Oscar Monroy.

Nacido en la Ciudad de México, Oscar creció en una de las colonias más bellas, como lo es La Condesa, rodeado de parques, árboles y jardines, por lo que cuando llegó a Nogales, el cambio en su entorno fue drástico.

Me vengo aquí a los cerros y veo cómo vive la gente, desde entonces me impactó el cambio tan acentuado, la manera de vivir de las personas, hasta la fecha he conservado esa visión, de un citadino que camina en esta frontera, conservo eso de ver cosas que aquí a la gente se le hace muy común y normal, pero yo las veo de otra manera y eso se refleja en mis fotografías”, agrega.

El hijo del reconocido escritor nogalense Oscar Monroy Rivera compara la vida del otro lado de la frontera, en la hermana Nogales, Arizona, donde por citar una diferencia, no hay escasez de agua, una situación de la cual opina, es otro sistema de gobierno de un país muy diferente al nuestro.

Es una línea divisoria lo único que nos separa, es la misma topografía y terreno, pero con un sistema político muy diferente.

A mí me puede y me duele como mexicano, que nomas cruzas una línea y todo está mejor, está 'nice', todo está bonito, se respetan las leyes, los semáforos, por lo que siempre culparé a la clase política mexicana, culpable de casi todos los males de nuestro país, de cómo han saqueado a este país”, opinó.

Actualmente Monroy cuenta con 63 años y comenzó muy joven a hacer fotografía, entre los 18 o 19 años, hizo fotografía callejera, salía a las calles y retrataba todo aquello que le llamara la atención, lo que fuera, desde personas, paisajes, sucesos, cosas, animales.

Se inició en la fotografía inspirado en la labor del fotógrafo Heriberto Montes de Oca, quien además era 'rockero' y era la única persona en Nogales que hacía fotos callejeras, documental; lo conoció por el gusto mutuo de la música del rock, por lo que acudía seguido a su casa a ver los ensayos de su grupo y observaba el trabajo con su cámara.

Montes de Oca, mejor conocido como “El Botas”, compartía su trabajo tras la lente y además relevaba en su propio laboratorio casero, lo que causo un enamoramiento para Oscar, de todo ese proceso de relevado e impresión, sobre todo en la fotografía blanco y negro.

En una de esas, Heriberto me dice 'te vendo mi cámara, porque ando queriendo comprar una guitarra o una batería' y andaba juntando lana y me la vendió, recuerdo que era una Pentax K1000, muy buena cámara, cueruda, eran como hechas para ir a la guerra, puro fierro, manual y nada electrónico, me la vendió en mil pesos en aquellos años”, recuerda.

Era una afición cara y Oscar no tenía 'lana', nunca la ha tenido, como él mismo lo reconoce, por lo que cruzaba a Nogales, Arizona y un amigo que trabajaba como gerente en una farmacia, le vendía en precio de remate bolsas con rollos de fotografía.

Siempre salía a la avenida Álvaro Obregón donde tomaba fotos a todo lo que le llamara la atención, entre los cuales estaban personas de la calle, como indigentes, enfermos mentales, entre otros.

Todo lo hacía sin imaginarse en esos días, que todo su trabajo sería más adelante, parte de la historia de Nogales reflejada en imágenes, ya que lo hacía por el gusto.

Monroy aceptó que todo lo aprendió a prueba y error, desde tomar las imágenes en modo manual en sus cámaras, hasta el proceso de revelado e impresión en un laboratorio que acondicionó en su propio hogar y hasta la fecha, el programa de edición de imágenes Photoshop, de igual manera aprendió a usarlo de esa forma, prueba y error.

Le encantaba ese proceso, recuerda, porque nunca se sabía que traía en los rollos, el meterse al cuarto oscuro y revelar el negativo, darse cuenta de que, si le habían salido fotos buenas, para después meter el negativo a la ampliadora e imprimir sus imágenes.

Pasaba horas en su laboratorio, salía de madrugada cuando su familia ya estaba toda durmiendo, era un proceso largo, pero le encantaba hacer eso y extraña esa parte de la magia de la fotografía.

Duró entre diez a quince años antes de empezar a trabajar la fotografía comercial, ya que requería de hacer dinero, pero continúa haciendo fotografía urbana en la frontera, donde hay poca oportunidad de preparar la imagen, en comparación, por ejemplo, a la fotografía comercial o social, donde el artista puede preparar todo.

En la imagen urbana no hay tiempo de nada muchas veces, hay que captar el momento cuando se presenta, porque en ocasiones solo dura unos segundos frente al lente.

Ahí la cámara se convierte en una extensión de tu cuerpo, es todo en automático como lo haces, no te da mucho tiempo para pensar la foto, porque son de momento y se puede ir, todo eso te hace un buen fotógrafo y aprendes inclusive a pensar en blanco y negro”, dijo.

Seguido sale a la calle, a su trabajo o a realizar algún pago o al mandado y casi siempre, sale con su cámara colgada del hombro, porque le gusta retrata la vida a su alrededor, lo que le rodea al momento le gusta captarlo, es la esencia de su fotografía.

En aquellos años era vaguísimo, era tremendo, no me da pena decirlo porque si me la pasaba en la calle, de los 70 hasta los dos mil, mucha de mi fotografía es esa, retratar la vida en las calles”, recuerda.

Esa es otra enseñanza que les comparte a sus alumnos, a quienes ve en ocasiones tomar fotos desde un carro, cuando se debe hacer lo contrario, caminar, observar con detenimiento, conversar con la gente, andar por las calles y callejones, es donde está y se capta la vida urbana.

Foto cortesía de Oscar Monroy.