Doña Ana: un símbolo de perseverancia y sacrificio
Los recuerdos que se guardan en una caja, en aquellos donde se es pequeña y existen memorias vagas, en los cuales jugabas durante recreo con tus amigos, las escondidas, las atrapadas, canicas, policías y ladrones, entre otros. Aquellas remembranzas que marcan una infancia, pero, ¿qué pasa cuando tienes que dejar de lado esas actividades a temprana edad por amor a tu familia?
Ana Bertha Vega Campos es mucho más que la matriarca de la familia, es más que solo una abuela, madre, vecina, tía o hermana; es considerada por muchos que la rodean como un símbolo de perseverancia y sacrificio.
A sus seis décadas de edad, 'Doña' Ana se ha caracterizado como una persona trabajadora, pues, desde temprana edad tuvo que dejar de lado las muñecas y osos de peluche para poder enfocarse en aportar económicamente en casa, al ser de bajos recursos, y desde entonces, nunca ha dejado de laborar. Actualmente, realiza trabajos de costura, desde remiendos hasta vestidos de boda.
La historia
En el rancho de Higuera de Los Vegas, situado en Mocorito, Sinaloa, vivía la familia Vega Campos de 8 integrantes, quienes subsistían del cultivo de distintas verduras, tales como repollo, cilantro, rábanos, lechugas, cebollas, así como también, de los árboles frutales y la crianza de gallinas para el consumo.
“Vivíamos pobremente, pero no carecíamos”, expresó.
Vidal Vega, padre de Bertha,se dedicaba a la limpieza de parcelas, trabajo donde recibía como pago maíz, frijol o cacahuate. En el baúl de recuerdos de Ana, compartió que cuando se requería de leche o carne, los mandaban a las 4 am para hacer fila y poder adquirir los productos, dado que se sacrificaba una res por semana para todo el rancho. De la misma manera, cuando no bastaba lo de casa se pedía fiado en la tienda cercana a su hogar.
La vida de un trabajo
Para muchos niños, el recreo significaba juegos y convivencia, pero para la niña Ana Bertha de 7 años de edad, era una oportunidad de empleo para ayudar en la economía de su familia, ya que en ese periodo vendía fruta picada con chile y limón hecha por su mamá
“Nomás salía al recreo y me iba corriendo para la casa, cuando llegaba mi mamá ya me tenía la cartera lista con las rebanadas de papayo y ya me venía y las vendía todas”, comentó y añadió que “era raro que jugara, a mí me gustaba vender para ayudarlos”.
Desde entonces, ya no dejó de trabajar.
Tras mudarse al pueblo León Fonseca, Guasave por temas de salud y en búsqueda de atención médica, Ana Bertha incursionó en la costura a los 12 años, y tiempo después, su hermano le compró su primera máquina de coser, pues observó a su mamá realizarle ropa a ella y a sus hermanos toda su vida.
En intervalos, vendía aguas frescas a las afueras de la secundaria más cercana.
“Como me quedé hasta la primaria y ya no estudiaba porque me gustaba trabajar, le dije a mi mamá que quería vender agua fresca; entre mi madre y mi tía me hacían el agua y me picaban pepinos, ya después nos íbamos en la carrucha hacia la vía del tren a vender y le dábamos el dinero a mi mamá y ahí ella nos compraba lo que ocupáramos”, compartió.
La enseñanza entró a través de los ojos de Ana, quien después de conocer y casarse a los 16 años con Jesús Ignacio Flores, su actual esposo, aprendió sobre la repostería gracias a sus cuñadas. Con las recetas familiares, vendía donas y chocolate caliente o raspados a las afueras de la secundaria de su localidad, dependiendo del clima.
Tras una vida emprendiendo, decidió abrir una tienda en la que era su casa en el pueblo, misma a la que decidió darle fin por cambio de residencia a Hermosillo, Sonora en busca de nuevas oportunidades laborales y estar cerca de sus padres y 5 hermanos.
La llegada a la nueva ciudad no fue fácil, pues llegaron a invadir y vivían a base de la venta de hielitos y pan, y con ayuda de Jesús Ignacio en su oficio como soldador poco a poco se dio la construcción de lo que ahora es su hogar hasta lo que les quede de vida.
Los años pasaron, los hijos crecían y los nietos llegaban, con ello la idea de la reapertura del comercio apareció y en 2003 se vio realizado aquel proyecto, misma que tuvo grandes ventas, pero en ese lapso se dedicó a la venta de comida: hot dogs, tortas y hamburguesas. A su vez, también hacía trabajos de costura, como vestidos de bodas y quinceaños, trajes, vestuarios, remiendos, entre otros, hasta que en 2016 las ganancias de aquel negocio fueron en decadencia y tuvieron que cerrar sus puertas.
El amor al prójimo
Con la enseñanza y crianza de su madre, Petra Campos, una figura representativa para la familia Vega Campos por sus actos de beneficencia, Ana Bertha siguió sus pasos con el amor hacía al prójimo, que brinda a quien lo necesite con acciones como compartir alimento a los más necesitados o en cada navidad realizar costuras a los jóvenes de la colonia que se encuentren en situación vulnerable, brindándoles así una vestimenta para pasar las fechas decembrinas.
La primera muñeca
Barbie fue una de las muñecas que ha marcado la infancia de muchas niñas alrededor del mundo, con diferentes versiones y temporadas ha formado parte del crecimiento en el empoderamiento femenino.
Tras 6 décadas con el sueño de tener esa muñeca que miraba a través de las pantallas televisivas o aparadores, finalmente llego un 26 de julio de 2023 en una caja de regalo que conmemora un viaje de perseverancia, siendo el recuerdo diario que aquella pequeña que luchó por su familia y que ahora, de adulta, sigue con ese amor y pasión que la incentivaron a ser lo que hoy es.