Así fueron los últimos eclipses solares que se observaron en México
El mundo se prepara para uno de los eventos astronómicos más destacados de las últimas décadas: el eclipse total solar del próximo 8 de abril.
Este fenómeno no solo será impresionante por su duración, con casi tres horas en total y 4 minutos y 28 segundos de totalidad, sino también por su trayectoria que recorrerá Norteamérica.
México tendrá la fortuna de ser testigo del eclipse desde diversas ubicaciones privilegiadas, incluyendo las costas de Mazatlán y ciudades del norte como Durango, Torreón, Monclova y Piedras Negras.
¿Cuándo fue la última vez que México experimentó un eclipse total solar?
Tuvieron que pasar 33 años para que se volviera a presenciar este impresionante espectáculo. La última vez fue el 11 de julio de 1991, un evento que dejó una marca imborrable en la ciencia y en la memoria de quienes lo vivieron. Duró 7 minutos, uno de los más largos registrados, oscureciendo el cielo diurno del país a las 12:46 pm, hora central.
El eclipse de 1991 dejó una profunda impresión en la comunidad científica, permitiendo estudiar con detenimiento la corona del Sol y sus efectos. Este fenómeno astronómico atravesó México, Centroamérica y Sudamérica, tocando estados como Baja California Sur, Nayarit, Ciudad de México, y Chiapas, entre otros, con una visibilidad de entre el 90% y el 100%.
¿Qué causó la excepcional duración del eclipse de 1991?
Fue resultado de la cercanía de la Luna a la Tierra en ese momento, lo que la hacía parecer más grande que el Sol desde nuestra perspectiva. Este hecho permitió a los científicos observar con detalle la corona solar y sus campos magnéticos.
Antes del eclipse largo de 1991, México también fue testigo de otro evento memorable: el 30 de mayo de 1984 se presenció un eclipse solar anular, caracterizado por un "anillo de fuego" alrededor de la sombra lunar.
Este eclipse, que duró 18 minutos y 49 segundos, atravesó varios estados mexicanos y continuó su trayectoria por el este de Estados Unidos y Canadá, antes de salir hacia el Océano Atlántico.
Ambos eventos astronómicos dejaron una huella imborrable en la historia y la ciencia, recordándonos la asombrosa belleza y complejidad del universo que habitamos.