Alto a la delincuencia

Cumplido el primer año de su gobierno y con el algunas promesas claves como el combate a la corrupción, el gobierno de Claudia Pavlovich deberá en lo sucesivo enfocarse a dos de las principales demandas de los sonorenses: seguridad y empleo.

Sonora no es por suerte uno de los estados más violentos de la frontera y menos del país, sin embargo la inseguridad sigue presente y a pesar de los esfuerzos de alcaldes, gobierno estatal y gobierno federal, no se han logrado frenar los delitos tanto del orden común como del crimen organizado.

En Hermosillo son por demás notorias las protestas por los robos y fechorías en las colonias populares en donde la desintegración familiar se combina con el consumo de drogas para crear grupos de malvivientes que delinquen a toda hora para sobrevivir y mantener su vicio.

En algunas regiones como la Costa de Hermosillo la inseguridad se ha vuelto intolerable, los asaltos de las nóminas de agricultores están a la orden del día y ni qué decir de los robos en contra de jornaleros.

Ya lo han dicho los propios vecinos: la delincuencia rebasó desde hace tiempo a las autoridades en la capital sonorense a pesar de los programas rimbombantes y los cambios en los altos mandos de la seguridad pública.

Para colmo en meses recientes han crecido de manera importante las versiones de que a final de cuentas son los policías –o al menos algunos de sus elementos—quienes manejan y controlan a los maleantes y facinerosos.

Malos agentes siempre han existido, pero Hermosillo se distinguía en el pasado por contar con una corporación policiaca honesta y medianamente eficiente.

Ahora parece no ser así y lo más grave será que la delincuencia organizada logre infiltrarla y controlarla como ocurrió en ciudades como Tijuana y Ciudad Juárez que cayeron en las manos de la mafia durante muchos años.

En Ciudad Obregón el panorama es todavía peor y lo mismo podríamos decir de Nogales en donde las autoridades policiacas no han podido frenar el avance de los criminales.

Sin embargo, creemos que todavía estamos a tiempo de extirpar el cáncer, siempre y cuando las autoridades de los tres niveles de gobierno emprendan juntos una batida contra la delincuencia iniciando por lo más básico: barrer las corporaciones de adentro hacia afuera y adiestrar a nuevos y leales elementos de seguridad.

De ahí en adelante el camino será más fácil y seguro.

En materia de empleo los avances en los últimos meses son notables. La creación de fuentes de trabajo superó la meta anual de 28,000 plazas, así como las inversiones en nuevos negocios y en la ampliación de los ya existentes.

Pero vienen tiempos difíciles. Es muy probable que las políticas del nuevo gobierno de Estados Unidos desalienten la inversión en maquiladoras y en la industria de exportación. También es factible esperar la llegada a nuestra frontera de inmigrantes que de manera voluntaria o forzada regresarán a México en busca de un empleo.

Para ello es urgente diseñar un plan B antes de que las acciones de proteccionismo y racismo de Donald Trump perjudiquen a un estado fronterizo como Sonora.

Vendrán también oportunidades porque la visión empresarial del futuro mandatario podría provocar una súbita recuperación de la economía norteamericana.

Todos esperamos que así ocurra, pero antes habrá que enfrentar los efectos negativos del controvertido Donald Trump.

Se fue Fidel
El comandante Fidel Castro fue uno de los líderes emblemáticos del siglo XX, pero también un tirano implacable que hizo mucho daño a su pueblo y a los países latinoamericanos. Fidel tuvo la oportunidad de abrir a Cuba a la democracia en infinidad de ocasiones, por ejemplo, después de la caída del muro de Berlín o a raíz de la visita del papa Juan Pablo II a la isla caribeña. Optó por mantener un férreo control y prolongar su dictadura a través de su hermano Raúl. Ganó muchas simpatías por su habilidad para desafiar a Estados Unidos a lo largo de cinco décadas, pero el costo pagado por los cubanos fue extremadamente alto. Estuvimos en 1988 en La Habana en donde al igual que muchos visitantes constatamos el nivel de pobreza y sometimiento en el que vivían los cubanos. Las protestas se pagaban con hambre y la libre expresión con la cárcel. La historia pondrá en su lugar a Fidel Castro y a su feroz régimen.

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