IA: ¿aliada de la ciencia y amenaza para artistas, periodistas y traductores?

"IA: ¿aliada de la ciencia y amenaza para artistas, periodistas y traductores?", escribe Irene Selser en #Entrevías

La Inteligencia Artificial (IA) demostró su poder maligno en la destruida Franja de Gaza, donde desde hace un año el ejército israelí utiliza un sistema automatizado (Lavender) para seleccionar y aniquilar a sus objetivos humanos, práctica inédita que reemplaza el proceso bélico tradicional que exigía comprobaciones “de indicios” para verificar que un blanco merecía serlo. 

A la vez, esta semana la IA expuso su rostro benéfico al ser reconocido su aporte en los premios Nobel de Física y de Química, de la mano de los científicos John Jopfield y Geoffrey Hinton por su trabajo pionero en redes neuronales artificiales en el primer caso, y de Demis Hassabis, John Jumper y David Baker por el diseño de herramientas computacionales que han revolucionado la biología. Los expertos destacan la utilidad de estos hallazgos para resolver viejos problemas desde una lógica multidisciplinaria, como por ejemplo predecir las estructuras complejas de las proteínas, lo que hicieron Hassabis, de 48 años y Jumper, de 50, quien dirige la británica Google Deepmind y su modelo de IA, Alphafold. 

No falta quien compare estos avances con la Revolución Industrial que a mitad del siglo XIX en Gran Bretaña transformó la sociedad rural en una urbana y mecanizada, con la diferencia de que la IA, más que reemplazar el trabajo físico podría ampliar las capacidades intelectuales hasta límites inimaginables. Un mundo nuevo tan fascinante como aterrador, como afirma el director de cine James Cameron, quien en 1984 quiso advertir con su saga “Terminator” los riesgos que planteaba una rebelión de las máquinas contra la humanidad. De ahí que él insista actualmente en la necesidad de regular la IA “antes de que termine por representar una amenaza mayor”, como ocurrió con su personaje encarnado por Arnold Schwarzenegger.

En entrevista con Bill Gates para el documental de este último en Netflix, “¿Y ahora qué?”, donde el magnate y filántropo estadounidense cofundador de Microsoft aborda en cinco episodios los desafíos globales en su opinión más apremiantes, empezando por la IA, Cameron se muestra pesimista y la compara con el transatlántico de sus obsesiones, el Titanic y su final catastrófico, luego de haber apoyado en 2023 la larga huelga de guionistas y actores de Hollywood contra la automatización. “Esperemos 20 años y si una inteligencia artificial gana un premio Oscar en la categoría Mejor Guion, empecemos a tomar el asunto más en serio”, dijo Cameron entones pecando quizá de ingenuidad si vemos el crecimiento acelerado del uso de la IA en el sector creativo. Ilustradores y diseñadores de libros, autores, fotógrafos y traductores se enfrentan a un desplazamiento laboral ante la competencia desleal que supone la IA al optimizar y abaratar el proceso de edición, no importando textos ni contextos. 

Al respecto, dos de los grandes grupos editoriales, Planeta y Penguin Random House, se dijeron “abiertos y atentos” a la innovación tecnológica, incluso en el ámbito de la traducción literaria, cuando la IA ofrece convertir grandes volúmenes de texto de cualquier lengua con gran rapidez y relativa precisión. El anuncio de las editoriales provocó el rechazo inmediato de la comunidad de traductores de México y América Latina, que defienden a capa y espada su papel insustituible a la hora de garantizar el marco cultural y los pormenores y sutilezas de la labor lingüística, equiparable al arte mismo de escribir desde los tiempos de San Jerónimo. Lo mismo puede decirse del oficio periodístico, donde se corre el riesgo de que sean los algoritmos los que generen noticias y recomienden contenidos. 

Esto se abordó en Madrid a fines de 2023 durante la XX Jornada Nacional de Periodismo, organizada por la Asociación de Periodistas Europeos donde analizaron cómo la IA modificará la producción, distribución y consumo de noticias, y cómo los sesgos pueden afectar la imparcialidad y diversidad de perspectivas en los medios. 

Hace 27 años, en mayo de 1997, la supercomputadora de IBM, Deep Blue (Azul profundo) le ganó al campeón mundial de ajedrez Gary Kaspárov en un encuentro memorable a seis partidas, luego de que el ruso se impusiera a la máquina un año antes por 4-2. En su  revancha, la nueva versión, Deeper Blue (Azul más profundo) fue capaz de calcular 200 millones de posiciones por segundo, dos veces más rápido que en 1996. Luego vendría AlphaGo, un programa de IA que juega al juego de mesa Go, desarrollado para ese fin por la británica DeepMind. En 2016 derrotó a Lee Sedol, uno de los mejores jugadores de Go, aunque su versión de 2017 AlphaZero adquirió un “nivel superhumano” al autoaprender en forma independiente de sus propios errores, lo que al parecer no hacía Deep Blue. A esto se refiere asimismo el documental de Bill Gates cuando uno de sus programadores de IA en Microsoft le explica que la verdadera revolución de la IA está en la capacidad de autoaprendizaje de las máquinas, algo que también está magistralmente relatado en la novela “Maniac” del chileno Benjamín Labatut (Anagrama, 2023), un brillante y frío recorrido desde los orígenes del universo digital por cuenta del matemático húngaro John von Neumann hasta el programa AlphaGo y el nuevo Titanic en el que hoy nos embarcamos con la desprevenida ilusión de Jack Dawson –o Leonardo Di Caprio– luego de ganar dos billetes en una partida de póquer, a sabiendas de que el iceberg sigue ahí.


Irene Selser

iselser@yahoo.com