De Auschwitz a Gaza, antisemitismo y racismo sin fin

"De Auschwitz a Gaza, antisemitismo y racismo sin fin", escribe Irene Selser en #Entrevías

Este lunes se cumplieron 80 años de la liberación del campo de concentración nazi de Auschwitz, en la Polonia ocupada. El hecho fue recordado en el marco del Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, en alusión al genocidio de unos seis millones de judíos por Adolf Hitler. En el acto oficial realizado en los portones de Auschwitz, ante la presencia de medio centenar de jefes de Estado, sobrevivientes judíos, algunos en la centena de la edad, insistieron en la importancia de la educación como la única herramienta para desafiar el odio y la ignorancia, que están en la base del racismo y el antisemitismo, de nuevo en boga.

Ambas creencias sostienen la superioridad de un grupo étnico sobre el resto, lo que lleva a la discriminación y la persecución social, cultural y religiosa. Ejemplos de ello abundan en la historia de la humanidad: del antisemitismo religioso del Imperio Romano al antisemitismo racial del nacional socialismo de Hitler; el apartheid (“separación”) en Sudáfrica y Namibia como política de Estado en favor de las minorías blancas y antes la explotación de los nativos de América por la conquista y colonización española, o la privación de sus derechos durante dos siglos de comercio transatlántico de 13 millones de africanos esclavizados, cuyos descendientes siguen padeciendo las consecuencias. Para no ir más lejos, la reacción xenofóbica de millones de estadounidenses blancos que en 2016 votaron por Donald Trump, en reacción a dos presidencias consecutivas de Barack Obama, cuyo triunfo en 2008 abrió la puerta a una ola de “espíritus malignos, asustados por tener a un afroamericano al frente del país”. Así lo afirma el mismo Obama en su libro de memorias “A Promised Land” (2020), donde de paso se lamenta por su política migratoria, a la que calificó de “un trago amargo”, con la expulsión récord de tres millones de personas, un millón más que su predecesor republicano, George W. Bush. Habrá que ver cuántos migrantes expulsa al cabo de su segundo mandato un Trump recalibrado, racista sin filtros, dispuesto a desafiar los límites de la democracia y el poder presidencial.

El 20 de mayo de 1940 fue creado Auschwitz I, el campo principal (de concentración) del complejo Auschwitz, a unos 275 kilómetros al suroeste de Varsovia, siendo ampliado hasta cubrir otros dos: de exterminio (con gas, Auschwitz II o Birkenau) y de trabajo forzado. Más de un millón de personas murieron ahí, de ellos 900 mil judíos. También murieron 74 mil polacos no judíos, 21 mil romaníes (gitanos), 15 mil prisioneros de guerra soviéticos y otros 15 mil opositores al nazismo, masones, comunistas y homosexuales. Auschwitz cerró en 1945, liberado por las tropas de Stalin.

Una encuesta de la Liga judía Antidifamación, con sede en Manhattan, reveló un alza de 400% de incidentes antisemitas en el mundo en el último año, como respuesta a la situación en Gaza. Benjamin Ward, subdirector para Europa de Human Rights Watch, registra igualmente un “aumento alarmante” del antisemitismo y la islamofobia en los países europeos con fuertes comunidades judías y musulmanas como Reino Unido, Francia y Alemania desde el 7 de octubre de 2023, cuando el grupo yihadista Hamás atacó Israel, lo que detonó la actual crisis en Gaza, con saldo de casi 50 mil gazatíes muertos hasta hoy.

Al respecto, es inevitable comparar en su ironía y cinismo el cartel que colgaba a la entrada de Auschwitz I con el lema “Arbeit macht frei” (El trabajo libera), según el título de una novela en boga, pero usado como macabra bienvenida a los judíos deportados, con la idea de Trump de “limpiar” Gaza, lo que remite al concepto de “limpieza étnica”, usado por primera vez en los 90 en relación con las guerras yugoslavas.

Trump declaró el 25 de enero a periodistas que le gustaría que Jordania y Egipto recibieran a los gazatíes desplazados internamente por la guerra en el enclave. “Estamos hablando de un millón y medio de personas y simplemente limpiamos todo eso”, dijo. El traslado “podría ser temporal” o “a largo plazo”, añadió, coincidiendo con el espíritu que subyace a la creación del Estado de Israel en 1948, tres años después del cierre de Auschwitz, de ocupar la totalidad de Tierra Santa, pese a estar compartida históricamente con los palestinos, descendientes según la Biblia de Sem, hijo mayor de Noé.

En opinión del escritor ruso-canadiense Yakov Rabkin, profesor emérito de Historia de la Universidad de Montreal, “para mí, como judío nacido y educado en la Unión Soviética, el 27 de enero es un día que reúne las conmemoraciones de tres genocidios. El asedio nazi a Leningrado, que en 1941-1944 causó la muerte de más de un millón de civiles, permaneciendo mi padre en la ciudad los 872 días que duró el sitio hasta el triunfo del Ejército Rojo; la liberación de Auschwitz en 1945, si bien mis bisabuelos ya habían sido baleados en Bielorrusia junto a millones de judíos, eslavos, romaníes y otros que los nazis consideraban inferiores y 80 años después la propuesta del presidente Trump de vaciar Gaza el mismo día día en que empezó la marcha de retorno de sobrevivientes palestinos hacia sus hogares destrozados por las fuerzas israelíes, que en 14 meses lanzaron muchas más bombas y proyectiles contra Gaza que el Wehrmacht en dos años y medio contra Leningrado”.

En declaraciones a Expreso, Rabkin agregó que “la tragedia palestina es parte de la violencia genocida cuyo objetivo es la colonización sionista de aún más territorios ‘limpiados’ de palestinos. Lo más indecente es que Israel manipula la memoria del genocidio nazi para justificar su propia violencia. Conmemorando los tres genocidios me doy cuenta de su raíz común y proclamo: ¡Nunca más para nadie!”.