La rebelión violenta de Encinas
"La rebelión violenta de Encinas", escribe Raymundo Riva Palacio en #EstrictamentePersonal
Hace ya casi un año que Alejandro Encinas, que por lustros caminó junto a Andrés Manuel López Obrador, cayó de la gracia del presidente. El crimen contra los 43 normalistas de Ayotzinapa que los unió en la campaña presidencial y con sus promesas levantaron altas expectativas de que los encontrarían y sabrían la verdad de lo que les sucedió la noche del 26 de septiembre de 2014, también los separó. Hoy no sólo hay distanciamiento sino una ruptura que se ha ido profundizando en las últimas semanas.
La violencia de los normalistas de Ayotzinapa en los primeros días de marzo comenzó este proceso. En esas manifestaciones varios jóvenes derribaron una puerta de Palacio Nacional en protesta por el estancamiento en la investigación sobre la suerte de los normalistas. Ese mismo día, López Obrador dijo que era un movimiento en contra de su gobierno, “un plan de provocación clarísimo”. En los días subsiguientes, dentro de Palacio Nacional se responsabilizó a Encinas por los hechos, por haberles allegado recursos para que se movilizaran y alentado la protesta.
En esos días, sin embargo, la información que se tenía era que su intención no había sido en contra del Presidente, sino como una forma de presión para lograr que los militares a los que imputó responsabilidad en el crimen de los normalistas terminen definitivamente en la cárcel.
En ese contexto, el secretario particular del Presidente y hombre de todas sus confianzas, Alejandro Esquer, lo buscó para pedirle que dejara de incendiar el tema de Ayotzinapa y que desactivara a Vidulfo Rosales, el abogado de los padres de los normalistas, que es una figura central en la estrategia de movilización y negociación.
Las cosas se despresurizaron, pero nuevos datos sobre Encinas fueron surgiendo. Informes de inteligencia militar detectaron que fue Encinas quien no sólo había alentado la protesta, sino que le pidió a Rosales que la escalara hasta el derribamiento de la puerta en Palacio Nacional. Los reportes lo señalaron también como el instigador de la acción violenta de los normalistas en la Secretaría de Gobernación, a finales de febrero, donde lanzaron petardos.
El activismo disruptivo y violento de Encinas, de acuerdo con las informaciones del gobierno, escaló, tal como lo registró inteligencia militar del Ejército. El ex subsecretario de Gobernación para Derechos Humanos y titular de la Comisión para la Verdad del Caso Ayotzinapa hasta octubre pasado, tiene un agravio histórico contra los militares, que trasladó a la investigación que encabezó, en donde se empeñó en demostrar que hubo comandantes y tropa que participaron en la desaparición de los jóvenes, coludidos con la organización delincuencial de los Guerreros Unidos. Hay ocho militares detenidos, dentro de un total de 17 a los que señala responsabilidades en ese negro episodio.
Las fricciones con el Presidente comenzaron con la implosión que se dio en la Fiscalía General en septiembre de 2022, cuando le quitaron toda autoridad al entonces fiscal para el Caso Ayotzinapa, Omar Gómez Trejo, llevado ahí por Encinas. Los dos habían construido un caso contra los militares, a partir de testimonios de criminales, incluido Gildardo Astudillo, el jefe de plaza en Iguala de Guerreros Unidos y uno de quienes dio la orden de desaparecer a los normalistas, que lo declararon seis veces hasta que cuadraron sus dichos para imputar a los soldados, o de pruebas falsificadas, que los confrontó con el Ejército.
López Obrador, que lo tenía en alta estima, lo defendía del Fiscal y de los altos mandos militares y comentaba en Palacio Nacional que sus fijaciones con el Ejército eran muy fuertes. Públicamente lo respaldaba hasta que, ante las presiones del alto mando militar y pruebas que presentó la Fiscalía sobre la manipulación de Gómez Trejo como fiscal del Caso Ayotzinapa para culpar a comandantes y soldados del crimen y denunciar encubrimiento de la Secretaría de la Defensa Nacional, lo orilló a renunciar.
Encinas renunció el 22 de septiembre pasado y al día siguiente se sumó a la campaña presidencial de Claudia Sheinbaum. Era una alianza que provocó mucha sorpresa porque había sido una de las piezas más importantes que descarrilaron la candidatura de Omar García Harfuch, que impulsaba Sheinbaum al Gobierno de la Ciudad de México. A Encinas lo señalaban en el equipo cercano de López Obrador de haber promovido que en las marchas de los normalistas lo señalaran como uno de los responsables de su desaparición, luego de que en su último informe lo vinculó al crimen.
Esa alianza no duró mucho. El 17 de diciembre Clara Bru gada, a quien había apoyado Encinas para la Jefatura de Gobierno capitalina, anunció que sería su coordinador de campaña. La relación de Sheinbaum con Brugada es mala y las instrucciones de López Obrador para que hagan las paces no han fructificado. En la actualidad, ante el riesgo de que Brugada pierda la elección y Morena la Ciudad de México, hay una coordinación entre las dos campañas, difícil, pero en busca de alcanzar la victoria.
Esta alianza electoral táctica será efímera, porque las ofensas y humillación en las que contribuyó Encinas contra Sheinbaum, no se van a olvidar. Pero este es un problema en el largo plazo. En este momento, la preocupación de Encinas tendría que estar en la información de inteligencia del Ejército y la eventual reacción que podrá tener López Obrador ante los señalamientos de rebeldía y acciones que han dañado la imagen presidencial.
Ayotzinapa es una pesadilla para el Presidente, que no quiere heredar al próximo gobierno. La investigación que encargó a Encinas no llevó a nada sustancialmente distinto a lo que hizo el gobierno de Enrique Peña Nieto, pero le generó tensiones y presiones con el Ejército y la Fiscalía al grado que hace aproximadamente un mes dejó entrever que estaba dispuesto a sacrificarlo. Es difícil saber a qué se refería específicamente el Presidente, pero la molestia creció notablemente luego de los informes militares sobre la actitud rebelde de Encinas sin importarle el presidente, lo que podría llevarlo a considerar una acción ejemplar contra su viejo colaborador para salvar cara con Ayotzinapa.