AMLO de nuevo ataca a medios

Pareciera que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador no quiere dejar títere con cabeza de aquí a su toma de protesta el próximo primero de diciembre.

Pocas semanas después de su triunfo electoral del primero de julio, el tabasqueño abandonó su política conciliatoria de “amor y paz” para retomar los adjetivos calificativos en contra de quienes critican o están en desacuerdo con sus políticas y acciones.

La emprendió duro en contra de los grupos que apoyaban el aeropuerto en Texcoco y censuraban su consulta popular.

Su mensaje después de la cancelación del nuevo aeropuerto de la ciudad de México fue severo:

“La Presidencia volverá a estar al servicio del pueblo y no de una minoría hasta hace poco rapaz”.

Independiente a que su calificativo fuera cierto, ¿era necesario aplastar la cabeza de sus oponentes luego de la victoria de su cuestionado plebiscito?

Lo mismo ha sucedido con los medios de comunicación en estos dos últimos meses ante los cuestionamientos que un día sí y otro también recibe de los mismos.

Se puede asegurar que López Obrador no tenía “buena prensa” sino hasta esta última campaña presidencial.

Con excepción de algunos medios que evidenciaron su rechazo a AMLO, la mayoría se dejó llevar por la ola morenista, quizás porque reflejó una amplia popularidad desde el arranque de la carrera presidencial.

Mientras a López Obrador le perdonaban sus pifias y locuacidades, los medios fueron en general duros y puntillosos hacia el resto de los aspirantes, en especial contra Ricardo Anaya de la alianza Por México al Frente.

No obstante el mandatario entrante no aguantó la presión semanas atrás cuando medios y redes sociales dieron amplia cobertura a la boda suntuosa de su cercano colaborador César Yáñez a la que calificaron de “fifí”.

López Obrador ha utilizado el adjetivo “fifí” en múltiples ocasiones para desacreditar a la prensa que supuestamente es manejada por los grupos económicos y políticos –la llamada mafia del poder— y que según él se ha dedicado a atacarlo y desprestigiarlo.

Pero a raíz de la oleada de críticas por la boda de Yáñez, el presidente electo fue todavía más lejos al grado de comparar a dichos medios con aquellos que promovieron la caída y traición en contra del presidente Francisco I. Madero.

Ahora cuando la revista Proceso –de línea crítica punzante—publica una portada con su foto y un titular que dice “AMLO se aísla, el fantasma del fracaso”, Andrés Manuel se apura a catalogarla de “amarillista y sensacionalista” en un claro afán de desprestigiarla y de minar su derecho a la libre expresión.

¿Qué necesidad tiene un mandatario, en vías de asumir el poder, de abrir fuego en contra de una reconocida publicación y con ello despertar una andanada de reproches de los medios de comunicación de todas las corrientes?

Proceso es considerada una publicación de izquierda y siempre —desde sus inicios— su principal blanco han sido los presidentes en turno, sean de centro, derecha e izquierda, quizás porque su fundador Julio Scherer García fue duramente afectado por los excesos de presidencialismo con Luis Echeverría.

Lejos de ponerse los guantes y subirse al ring, López Obrador debe acostumbrarse a la crítica de los medios y las redes sociales mexicanas vengan de donde vengan.

Convertirse en el juez de la comunicación —muy al estilo de Donald Trump— no lo llevará a ninguna parte y sí correrá el peligroso riesgo de coartar la libertad de expresión en México, ya de por si menguada por el crimen organizado y algunos dictadores regionales.

Sus más cercanos colaboradores tendrán que convencer a Andrés Manuel para que respete a los medios y su derecho a disentir.

Sin crítica ni discusión pública, México caerá en las garras del autoritarismo y la represión muy al estilo de Cuba y Venezuela.

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