Bomba de tiempo en la frontera

El pasado domingo en Tijuana ocurrió lo que todo mundo esperaba: un intento masivo de centroamericanos por cruzar ilegalmente la frontera y el posterior cierre de la garita de San Ysidro por más de cinco horas, precisamente en el fin de semana del Día de Acción de Gracias.

El caos fue total en el cruce Tijuana-San Diego que ha sufrido varios cierres temporales por parte de las autoridades migratorias de Estados Unidos en los últimos siete días en esta crisis humanitaria que no tiene para cuando terminar.

Los hechos violentos del domingo demuestran varias realidades:

En primer lugar que el gobierno mexicano sigue sin tomar el control de la situación.

Dejó pasar a cerca de diez mil hondureños, salvadoreños y guatemaltecos por la frontera sur, pero no ha conducido a las caravanas de una manera efectiva, segura y conveniente tanto para ellos como para la población mexicana.

Reunir en Baja California y concretamente en Tijuana a más de cinco mil migrantes significa una bomba de tiempo.

Se instaló un gran albergue para atender a los centroamericanos, sin embargo, las quejas son enormes: no hay baños suficientes, tampoco víveres y para colmo fue ubicado frente a la línea fronteriza lo que representa una tentación constante para el grupo visitante.

En segundo lugar queda en evidencia que los centroamericanos están siendo manipulados por sus líderes.

El acto del domingo fue suicida, los migrantes fueron empujados a tratar de cruzar a Estados Unidos de manera violenta, pero para ello pusieron al frente del contingente a grupos de mujeres con niños.

Los agentes norteamericanos lanzaron gases lacrimógenos y balas de goma en contra de los migrantes sin que se presentaran lesionados de gravedad, empero si los militares hubieran tomado el control de la situación hoy estaríamos lamentando el número de muertos y heridos.

En tercer lugar las autoridades de uno y otro lado de la frontera se mostraron incapaces de contener la invasión de centroamericanos que rompió el cerco de la Policía Federal mexicana para después cruzar a territorio yanqui.

Hubo varios detenidos en ambos países, pero finalmente varios consiguieron escapar lo que alentará esperanzas para el resto de los migrantes.

En cuarto término hay que destacar que la población de Tijuana, tradicionalmente abierta y amigable con los migrantes, hoy está molesta y en algunos casos indignada por el comportamiento de los centroamericanos que provocó el desquiciamiento de la vida fronteriza.

Los tijuanenses, en su gran mayoría, mantienen una relación binacional intensa: trabajan, estudian, comercian, se divierten o simplemente se van de compras al otro lado.

Ya saben cuándo y cómo cruzar por las garitas, están acostumbrados a respetar la ley de uno y otro lado de la frontera.

Hace dos años llegó un contingente de dos mil haitianos que de manera pacífica y ordenada esperó su turno para ser atendido por el gobierno estadounidense.

Un buen número de haitianos se quedaron en Tijuana en donde hoy trabajan sin contratiempos.

En cambio los centroamericanos han mostrado una actitud prepotente y exigen cruzar o ser asilados sin esperar los tiempos necesarios.

Hay muchas personas humildes que realmente necesitan ayuda, pero también abundan los jóvenes y personas maduras que evidentemente tratan de aprovechar el momento para llegar a como dé lugar a los Estados Unidos.

El gobierno mexicano –seguramente el próximo porque el actual ya se cruzó de brazos—está obligado a diseñar un programa de atención integral para los migrantes que inicie con su ingreso legal a México en el sur de la frontera y concluya con su entrega a las autoridades norteamericanas.

Si no hay coordinación entre México y Estados Unidos, ni tampoco respeto a las leyes por parte de los centroamericanos, estaremos inmersos en una crisis interminable además de caótica.

Noticias, noticias…

A cinco días de iniciar el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, crece la zozobra sobre la estabilidad económica del país. 

Ayer la bolsa mexicana registró una caída del 4%, el dólar se cotizó a 20.90 pesos al tiempo que regresan las inversiones de extranjeros a sus países.

Un gobierno de izquierda puede resultar esperanzador pero terrible para una economía que está acostumbrada al libre mercado.

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