Seguridad y construcción de paz: los tiempos

La paz no se limita a la ausencia de violencia. Seguridad y paz no son sinónimos. La construcción de paz es un camino muy largo, a veces demasiado largo para efectos de lo que hoy, ante los niveles de violencia que experimentamos en México, nuestra sociedad demanda. ¿Cómo entonces deben plantearse los conceptos, las estrategias y los tiempos para lograr la meta de construir paz en el país? ¿Cumple realmente el plan nacional de paz y seguridad presentado por el gobierno entrante con la claridad en esos conceptos y tiempos?

La parte negativa de la paz (eso que no debe haber para que se considere que una sociedad está en paz) consiste en ausencia de violencia y ausencia del miedo a la violencia. La parte positiva de la paz incluye aquellos factores que activamente la generan o la constituyen. El Instituto para la Economía y la Paz describe ocho indicadores en los que las sociedades pacíficas, de manera constante, muestran mejor desempeño que las sociedades que carecen de paz. Estos son los ocho pilares o columnas de la paz: (1) gobiernos que funcionan adecuadamente, (2) distribución equitativa de los recursos, (3) el flujo libre de la información, (4) un ambiente sólido y propicio para negocios y empresas, (5) un alto nivel de capital humano (generado a través de salud, educación, capacitación, investigación y desarrollo), (6) la aceptación de los derechos de otras personas, (7) bajos niveles de corrupción, y (8) buenas relaciones entre vecinos (cohesión social).

Por consiguiente, la inclusión de algunos de esos factores dentro de las estrategias del gobierno entrante, tiene sentido. Se trata de temas relevantes que teníamos que haber incorporado transversalmente a nuestras estrategias de seguridad desde hace muchísimo tiempo. Dicho lo anterior, algunas observaciones al respecto.

La primera: la paz, como dije, no se limita a la ausencia de violencia, pero sí la incluye. Por tanto, atender ese ángulo "negativo" de la paz se convierte en una condición necesaria, si bien insuficiente, para pensar en entornos en los que se puedan implementar estrategias de construcción de paz positiva. Naturalmente, este será el primer foco de atención de una ciudadanía que lleva años viviendo bajo el terror y el estrés. La segunda: las estrategias de construcción de paz positiva, sobre todo después de tantas décadas de haberlas desatendido, no producen la ausencia de violencia de manera automática. Por cierto, la columna "gobiernos que funcionan adecuadamente", incluye medidas para que eventualmente las instituciones de seguridad en todos los niveles cumplan adecuadamente con las funciones que históricamente les hemos asignado, no que unas sustituyan a otras porque las segundas han dejado de servir.

La conclusión es entonces obvia: es crucial entender (y clarificar) los tiempos. Las estrategias de construcción de paz positiva son indispensables, necesitan ser planteadas de manera comprensible y palpable, con objetivos y acciones que puedan rendir resultados en al menos los ocho rubros mencionados arriba tanto en el corto como en el mediano y en el largo plazos. Pero mientras esa parte hace su trabajo, y asumiendo que de verdad empezáramos a caminar en esa dirección, es forzoso de manera paralela implementar estrategias que abatan los picos de violencia que padecemos. No hay alternativa. Debe quedar claro al nuevo gobierno que es justo en este último rubro que su gestión será valorada positiva o negativamente por una ciudadanía que, bajo el terror, de manera natural, ha perdido la paciencia.

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