Bien procede que se feliciten

Hace dos años en Anchorage, Alaska, tuve oportunidad de discutir con el presidente Enrique Peña Nieto sobre Donald Trump.

El encuentro lo motivó mi indignado desconcierto, pero no porque lo hubiera invitado sino porque, ante su insistencia pública en el muro, no lo hubiera corrido.

Tan fuerte resultó el debate que vivo con el agridulce estigma de ser el único pelado que le ha hablado así al más alto jefe de la nación (contados los huey tlatoanis de Tenochtitlan).

Lo menos que hice entonces fue reconocer en este espacio que Peña se vio bien al argumentar que le importó más el país que recobrar su ya traqueteada popularidad.

A propuesta de él (esto me alivia), por fin ayer sostuvimos la revancha (para El asalto… de Milenio tv), en la que admití que tuvo razón al no reventar la liga con Trump porque a México y los mexicanos nos habría ido peor.

Por fortuna, con lo alcanzado hacia un renovado acuerdo comercial, hasta debieran saludarse y congratularse por teléfono el pionero Carlos Salinas de Gortari, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador

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