El lago de los chismes

“¡Lago sí, aeropuerto no”!, gritaban en mítines y marchas los falsarios que tomaron el pelo a mucha gente con el cuento de que peligraban los patos que concurren al recipiente artificial de aguas residuales que tiene a su cargo la Comisión Nacional del Agua: el Nabor Carrillo.

En esa perversidad quedó embarcado, inclusive, el exsecretario del Medio Ambiente cuando gobernó la capital del país Andrés Manuel López Obrador.

La obra del nuevo aeropuerto en Texcoco, aseguró Alejandro Encinas, “sería un suicidio ecológico...”.

Lo cierto es que las aves en la zona, migratorias o no, se sirven del Nabor Carrillo tanto como de cualquiera de los variables espejos de agua que se forman en ese territorio extenso y salitroso en época de lluvias.

Del original Lago de Texcoco sólo queda un arenal con escasa flora y fauna locales.

Y en las cinco mil hectáreas federales donde se venía construyendo (en una parte proporcionalmente mínima) el aeropuerto (satanizado desde la campaña presidencial), todas las plantas (de un par de especies sobre todo) fueron rescatadas por más de dos mil trabajadores, en su mayoría mujeres, de los deprimidos municipios mexiquenses y cuatro de las actuales alcaldías de CdMx que hallaron en el NAIM su oportunidad de empleo.

Al Nabor Carrillo, lo peor que pudo sucederle con la terminación del magnífico proyecto de la mancuerna Foster-Romero habría sido que Conagua... ¡lo purificara!

¿Y las aves? Pues bajarían en donde se les diera la gana y, si en el Nabor Carrillo no les viniera bien el agua limpia, podrían buscarla pútrida en otras partes.

La vacilada “ecológica” que tantos se han creído no pasa de ser un falso chisme sobre un lago imaginario.

A LA MEDIDA DE RIOBÓO

Mucha especulación ha generado el hecho de que el Secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, comentara que el proyecto que la próxima administración federal cancelará podría ser comprado por inversionistas privados para terminar su construcción.

Hay, dijo antier en el Congreso Internacional del Consejo Nacional Empresarial Turístico, la opción de que “un grupo de gente del sector privado nacional y extranjero pueda comprarle al gobierno la participación que le falta para poder terminar el aeropuerto.

Tenemos estos 30 días para presentar la propuesta, y la vamos a hacer pública para que la gente esté enterada de que sí hay alternativas...”.

Todo indica, sin embargo, que tal cosa no sucederá, pues el remiendo de los aeropuertos de Santa Lucía, Toluca y el Benito Juárez fue, según el presidente electo, la decisión “del pueblo” y éste “es sabio y nunca se equivoca”.

Ayer fue ya nombrado por AMLO un ingeniero para que la ocurrencia de Santa Lucía prospere.

Y el problema no es que haya estudiado agronomía, sino que sea coautor, con el teórico de que “los aviones no chocan, automáticamente se repelen”, José María Riobóo, de esa puntada…

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