¿Además de corrupto, inimputable?

Lo de que donde menos se piensa salta la liebre aplica con el presidente del Instituto Nacional de Acceso a la Información, Javier Acuña, quien la semana pasada se apresuró a plantear la posibilidad de que aquello de que los corruptos se sometan a terapia lo analice… ¡el Sistema Nacional Anticorrupción!:

“Si se ve viable, seguramente será apoyada”, dijo, porque “reclama una actitud decidida que en México ya tenemos, que ya se está configurando, pero todavía nos falta…”.

Al comentar que el nuevo sistema contra servidores públicos ladrones continuará incompleto mientras no sean designados los magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, previno del riesgo de que las resoluciones judiciales en la materia puedan ser combatidas y anuladas.

Pero al tomar en serio lo de la terapia, virtualmente negó lo que había dicho minutos antes en la inauguración del Segundo Seminario Nacional de Vinculación de los Sistemas Anticorrupción, Fiscalización y Transparencia: que éstos son la solución para recuperar la confianza de la ciudadanía en la función pública y erradicar de manera efectiva la corrupción.

Y sanción a los corruptos, cabe añadir.

Lo de que por voluntad propia esos gandallas se sometan a un tratamiento remite a grupos de apoyo como los que atienden problemas de alcoholismo y otras adicciones, pero también a las granjas psiquiátricas que en China, con la demencial revolución cultural, llevaron inclusive a viles asesinatos y a la supuesta “regeneración” de los “aburguesados” en campos de concentración.

Suponiendo sin conceder que, como sugirió López Obrador, la corrupción fuera reconocida como “enfermedad”, erradicarla se tornaría mucho más difícil, ya que los servidores públicos atrapados despachándose del erario pudieran alegar que su crimen es inimputable porque su conducta fue determinada por una patológica adicción al dinero.

Enfermo está quien sufre la alteración molecular, corporal, mental o emocional. Padece lo que se define con términos como dolencia, trastorno, anormalidad, desequilibrio, desorden y las causas pueden ser variadas y relacionadas con agentes externos o internos.

A diferencia de las bacterianas, virales, venéreas o respiratorias, las mentales o psicológicas impiden el normal funcionamiento de los individuos en su aspecto emocional.

¿En cuál de estas cabe la del pobrecito corrupto enviciado del dinero mal habido?

Y ahora que la corrupción ya se define como delito grave, sólo hay que imaginar lo que sucedería en los tribunales cuando no sea un servidor público ni un ejecutivo privado quien alegue estar “enfermo”, sino a los extorsionadores y ladrones comunes arguyendo que su falta fue motivada por una “enfermedad” llamada corrupción.

Lo más hilarante de todo es imaginar lo que debe estar disfrutando el Presidente con su ocurrente pero improcedente provocación…

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