Parte 1
Las medidas de distanciamiento social establecidas en nuestro país desde la segunda quincena de marzo y con extensión prevista hasta finalizar el mes de mayo de este 2020, han conducido en poco tiempo al cierre de escuelas, centros de trabajo como fábricas, oficinas, cines; cancelación de actividades deportivas, recreativas y de esparcimiento; limitaciones a la operación de restaurantes y hoteles; así como la reiteración de las autoridades a disminuir al máximo la movilidad y evitar la reunión física de personas, todo esto resumido en “quédate en casa”.Al igual que en el resto del mundo, estas medidas están teniendo un gran impacto en nuestra vida cotidiana, pues están implicando la necesidad de una reorganización masiva y abrupta de nuestras actividades, de la delimitación de los espacios en los que las desarrollamos y de la cercanía física con la que nos relacionamos con familia, amistades y colegas en el trabajo.Por ahora me quiero referir a algunos de los impactos que esta nueva experiencia está teniendo en el empleo de las personas, y de cómo pueden ser distintos para hombres y mujeres.Un primer gran impacto es de naturaleza cualitativa: la conciencia que hemos debido asumir de golpe respecto a la importancia relativa que tienen los distintos trabajos y actividades que mueven la economía, y de los espacios en los que se llevan o pueden llevarse a cabo.Aunque la condición de emergencia sanitaria impacta a todos los trabajos y actividades económicas modificando en mayor o menor medida su operación cotidiana, hay algunos que no pueden dejar de realizarse en los espacios públicos habituales, aunque esto implique mayor exposición al riesgo de la epidemia para quienes los desempeñan y para sus familias, y que reciben el nombre de “esenciales”: las actividades de producción, industrialización y comercio de alimentos, agua, energía eléctrica y combustibles; los trabajos relacionados con los transportes, las comunicaciones y la información en medios; los servicios de bancos y entidades financieras; algunas actividades gubernamentales como la provisión de servicios públicos de recolección de basura, operación de bomberos, policías y fuerzas armadas, y los consecuentes trabajos para su coordinación y dirección; y, por supuesto, la fabricación y distribución de medicinas, materiales y equipamiento médicos, así como la provisión de servicios de salud y asistencia social.El resto de las actividades y trabajos se denominan “no esenciales” y durante esta emergencia no pueden realizarse en los espacios habituales, por lo que, en su caso, tienen que desarrollarse desde casa.Aquí se encuentran todas las actividades mineras; todas las industrias que no son de alimentos, medicinas o equipamiento médicos; construcción y reparación de casas o edificios; comercio que no sea de alimentos, bebidas, medicinas o equipamiento médico; servicios turísticos e inmobiliarios; servicios culturales, recreativos y deportivos; algunas actividades gubernamentales; y los servicios educativos.Quienes trabajan en alguna actividad “esencial” tienen en esta emergencia un impacto menor en sus niveles de empleo e ingresos, pero en general tienen un mayor riesgo de contagiarse tanto en su lugar de trabajo como en su traslado al mismo, en caso de usar el transporte público, salvo quienes pueden desarrollar su trabajo desde casa o recibieron licencia con goce de sueldo por edad avanzada (en el sector público).Quienes trabajan en actividades “no esenciales” tienen mayor afectación.Y esto es porque una gran cantidad de empleo en estos sectores (minería, industrias, construcción, comercio, turismo, recreación, etc.) no pueden ser realizados desde casa y muchas de estas empresas han optado o se han visto precisadas de despedir o mandar a su casa a personal con una parte de su sueldo o incluso sin él.De manera que en términos generales se puede decir que la afectación de la condición de empleo en esta crisis sanitaria depende principalmente de dos factores: del sector de actividad (si es esencial o no) y de la naturaleza de la ocupación que se desempeñe, en particular si el trabajo se puede realizar o no desde casa.Para darnos una idea de las dimensiones de lo que estamos hablando en lo que respecta al primer factor, tomando en consideración los últimos datos disponibles antes de la aparición del covid-19 en nuestro estado (el último trimestre de 2019), en las localidades de más de 15,000 habitantes en Sonora existían cerca de 700,000 empleos formales (688,692), de los cuales 41% correspondían a mujeres y 59% a hombres.Poco más de la mitad (364,495, un 53%) de estos empleos formales corresponden a sectores esenciales, esto es, a empleos que en principio serían menos susceptibles de perderse en esta crisis sanitaria.Entre estos empleos formales en sectores esenciales, las mujeres se encuentran todavía más subrepresentadas, pues sólo el 38% son ocupados por ellas.De manera que, en este aspecto, las mujeres estarían enfrentando todavía mayores pérdidas de empleo que los hombres.En una colaboración próxima veremos cómo esta crisis afecta al empleo de hombres y mujeres en Sonora a través de las limitaciones a la capacidad de trabajar desde casa.
Gabriela Grijalva Monteverde, profesora-investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de El Colegio de Sonora.