Por la salud de las mujeres

María del Carmen Castro V.*

Es un hecho irrebatible que las enfermedades crónicas degenerativas caracterizan las poblaciones actuales en el mundo. También es evidente que la población de adultos y adultas mayores, cada es más numerosa.

En Sonora, no es la excepción: las tres principales causas de muerte en el estado son las enfermedades cardiovasculares (sobresale con mucho), los tumores malignos y la diabetes mellitus tipo 2, y son los mayores de 60, lo más afectados. El problema se vuelve peor entre los de mayor vulnerabilidad, que son los que tienen menos posibilidades de atención y recursos para su cuidado en especial, las mujeres adultas mayores. Me refiero a la mortalidad porque es el fin más extremo de la gravedad de dichas enfermedades, sin dejar de mencionar que antes del deceso pasaron muchos años batallando. Estas enfermedades tienen en común uno de los mayores riesgos para su desarrollo, me refiero a los patrones socioculturales con los que se vive, el estilo de vida, condicionado por la pobreza, las políticas públicas de salud, los medios de comunicación, entre otros.

Si bien es cierto que tanto hombres como mujeres son afectadas, la gran diferencia estriba en cómo se vive, se sufre y se resuelven dichos problemas de salud y hay que enfatizar cómo la condición de género es uno los determinantes de mayor peso para que se tome un camino u otro. Parte de las paradojas de la vida es que son las mujeres que tienen una mayor esperanza de vida, 78.3 años (hombres, 72.9 años) (INEGI), lo que no quiere decir, ni por asomo, que esos años se viven con una buena calidad.

En El Colegio se han desarrollado investigaciones que aportan evidencia empírica de las formas en las que las mujeres adultas mayores enfrentan las enfermedades cardiovasculares y la diabetes: en su vida cotidiana, en su experiencia en la atención médica, en su acomodo con la familia, en su percepción de la enfermedad viviendo en condiciones precarias. Uno de esos trabajos (Juárez 2017), evidenció cómo las mujeres con síntomas de problemas cardíacos era devuelta a su casa con el diagnóstico de que eran sus “nervios”, hasta que insistió en el servicio médico, por terca o porque se agravó y fue diagnosticada.

Lo común es creer que son los hombres los que principalmente mueren por infarto, siendo ellas las más afectadas. El estudio dejó en claro las creencias alrededor de la relación entre las emociones y preocupaciones y enfermar del corazón; en cómo el ser mujer en esta sociedad, es una condición de desventaja en el cuidado de dicha enfermedad, que incrementa el riesgo de muerte. Otro de los trabajos (Velázquez 2017), aporta al conocimiento sobre cómo el trabajo doméstico de mujeres adultas mayores actúa en contra de su cuidado de la diabetes; cómo ellas hacen lo posible de seguir “sirviendo” a la familia, a pesar de sus dolencias. En esta investigación se hizo patente la importancia de la calidad de la atención que reciben las mujeres mayores, cómo se relacionan con los prestadores que les atienden, qué tanto son comprendidas en su trabajo de mujeres mayores-madres-cuidadoras para lograr cuidarse a sí mismas, demostrando que no es un asunto solo de voluntad y disciplina individual, sino un esfuerzo colectivo, de la familia, las instituciones y las políticas públicas de salud. En ambos estudios se documentó cómo los roles de género, dificultan que las mujeres adopten cuidados específicos para ellas, a pesar, muchas veces contado por ellas, de conocer la información sobre el problema, por ejemplo, cocinar para la familia alimentos que pueden hacerle daño, o bien, seguir preocupándose por la familia, cuestiones que puede acarrearle complicaciones a su enfermedad.

Este 28 de mayo se conmemora el Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer, por lo que aspiro que esta modesta reflexión, ayude a visibilizar estos problemas, que interese a alguien y le haga sentido.

*Profesora-Investigadora del Centro de Estudios en Salud y Sociedad, El Colegio de Sonora (ccastro@colson.edu.mx)

TAGS: