Los caminos de Santiago en el caracolito de Chiapas

Luis Ernesto Flores Fontes*

Existe una tradición en la religiosidad popular de España, conocida como “el camino de Santiago”, que ha permanecido desde la Edad Media y atrae peregrinos de muchas partes del mundo. Esa peregrinación, como las de muchos santuarios religiosos en México, es para “pagar manda”, celebrar la fe popular y encontrarse con el Dios humano y sencillo, el Dios de los pobres.

Visité recientemente el Centro Indígena de Capacitación Integral “Fray Bartolomé de las Casas” (también conocido como Cideci-Unitierra), ubicado en San Cristóbal de las Casas, en la ladera de un cerro cubierto de pinos. Me recibió el doctor Raymundo Sánchez Barraza, coordinador del proyecto desde su inicio formal, en 1989, y desde su cimentación, en 1983. Platicamos cordialmente mientras escuchábamos música clásica. Le comenté que venía de Sonora, que estudiaba el Doctorado en Ciencias Sociales en El Colegio de Sonora y la Especialidad en Epistemologías del Sur en CLACSO. Le compartí que mis lecturas y otras inquietudes personales relacionadas con la celebración del XX Encuentro Nacional de las Comunidades de Base (Cebs), me habían traído a San Cristóbal de manera providencial.

Agregué que me había registrado para asistir al encuentro de redes en apoyo al Consejo Indígena de Gobierno (CIG), convocado por el EZLN en el Caracol de Morelia y que venía a título personal y en actitud de apertura, aprendizaje y solidaridad con el movimiento. Se congratuló por ello y me dijo que, antes de seguir conversando, era importante que conociera el Centro, aunque no era el mejor día por ser sábado. Salió un momento para buscar a uno de los alumnos. Llamó a Santiago, un joven indígena de 18 años, quien fue mi guía.

Caminamos por las veredas que conectan los espacios de Cideci-Unitierra. En el trayecto vi a adolescentes y jóvenes indígenas de ambos sexos haciendo labores de limpieza, conversando, sonriendo o jugando alegremente al futbol. Al iniciar el recorrido, nos detuvimos en la sala donde se realiza semanalmente el seminario de análisis de la realidad, pasamos a la casa de la salud (dedicada a la subcomandanta Ramona del EZLN) y nos asomamos al área que ha sido el corazón de conversatorios y seminarios del zapatismo y de Cideci-Unitierra y que ha recibido a pensadores críticos como Immanuel Wallerstein, Boaventura de Sousa y Leonardo Boff. Conocí los talleres de costura, panadería, tortillería, hilados y tejidos, pintura, serigrafía, impresión, cómputo, música, carpintería y herrería, entre otros. Santiago me contó que el diseño, construcción y equipamiento de cada salón ha sido obra de los alumnos. Vi que es una arquitectura agradable y acorde al entorno. En la decoración resaltan los colores vivos y alegres, como el alma de los pueblos originarios.

Cideci-Unitierra pertenece al Centro Indígena-Intercultural de Aprendizajes y Estudios “ABYA YALA”. Es un centro gratuito de capacitación integral de los indígenas, para los indígenas y por los indígenas. En el acomodo de espacios, tanto en los salones como en la pequeña iglesia que está al final del recorrido, prevalece el sentido de comunidad. Aquí se vive la ecología de saberes; no hay lugares para presidir o dar cátedra. Después de visitar los salones subimos a la ladera del monte, donde están los cultivos orgánicos de hortalizas (ahí aplican conocimientos del taller de agroecología); luego ascendimos un poco más, bajo la sombra y el canto de los pinos inmensos, hasta la granja integral, donde hay gallinas, conejos, puercos y otros animalitos que sirven -como las hortalizas-, para la alimentación de los alumnos. En los talleres de tortillería y panadería y en los de costura y zapatería, se elaboran tortillas, pan, ropa y calzado para la comunidad. Cada alumno puede llevar varios talleres y quedarse en el Centro el tiempo que desee. Pueden ser meses o años. Es un espacio de libertad. El compromiso es regresar a sus comunidades y aplicar lo que han aprendido.

Santiago, quien cumplió ya ocho años en Cideci, me comentó que actualmente hay 80 adolescentes y jóvenes internos, pero entre alumnos internos, externos, estacionarios (van por un mes) y puntuales (asisten a un evento, curso o taller), el flujo de personas que asisten por día a Cideci-Unitierra llega a ser entre 200 y 250. La actividad es constante. Me despedí de Santiago y conversé de nuevo con el doctor Raymundo Sánchez Barraza. Es un hombre informado, sencillo, profético. Hablamos, como viejos amigos, de la situación actual del país, de las Cebs, del atractivo de Chiapas, de los proyectos de cambio que surgen desde abajo, de las recientes elecciones y del posible desencanto tras el triunfo de Morena, si no se cumplen las expectativas ciudadanas. Me invitó a que regrese a Cideci-Unitierra en octubre a uno de los eventos que van a realizar ahí los zapatistas. Le respondí que quizá lo haría. Nos dimos un abrazo fraternal de despedida y me dijo: “Pide por nosotros y no te olvides de Cideci”. Yo pensé en mi interior: “Cómo hacerlo, cómo olvidar esta experiencia, si en esta comunidad educativa se siembran caracolitos para soñar que un mundo mejor es posible”.

Dedicado a Cideci-Unitierra y a Santiago, mi guía. San Cristóbal de las Casas, Chiapas. 31 de julio de 2018.

*Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora.

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