El EZLN y la historia escrita desde abajo
Luis Ernesto Flores Fontes*
El 1 de enero de 2019 se cumplirán 25 años del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Aunque los zapatistas, por voluntad propia, hace años que dejaron de ser noticia de primera plana, el movimiento se mantiene activo y crítico frente al capitalismo, fiel a los principios de defensa de la autonomía y los derechos de los pueblos originarios, a los que busca sumar las rebeldías y resistencias de otras luchas, nacionales e internacionales. ¿Cómo le ha hecho el zapatismo para mantenerse vigente e intentar escribir otra historia -la historia desde abajo-, que gira en torno a sus caracoles o territorios autónomos?
Antes del EZLN, en Chiapas la historia se había escrito desde arriba. Los beneficios de la Revolución Mexicana y los de la reforma agraria promovida por Lázaro Cárdenas (1934-1940) no llegaron nunca a ese territorio. O llegaron para los caciques y los finqueros regionales que se amafiaron con los políticos para proteger sus intereses con el pretexto de cuidar los del país. El despojo y el olvido de los indígenas en México han durado siglos. Así lo expresaron los grupos que conformaron el Congreso Nacional Indígena (CNI) en 1996: “Somos los pueblos que seguimos siendo a pesar de los cinco siglos de exterminio, violencia, dominación, despojo del capitalismo y sus aliados los dueños del dinero, los representantes de la muerte. El capitalismo nació de la sangre de nuestros pueblos y continúa alimentándose de ella”.
El EZLN surgió a la luz pública el 1 de enero 1994, con el objetivo de defender los derechos negados por la historia a esos pueblos. En la “Primera Declaración de la Selva Lacandona”, emitida ese día por la comandancia general del EZLN, se expusieron las demandas: “trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz”. Entre las bases de apoyo del zapatismo sobresalían agentes de pastoral e integrantes de movimientos de lucha territorial que integraban la ANCIEZ (“la más radical de todas las organizaciones en Chiapas”) y la ARIC (que contaba con militantes de ambos bandos: pro EZLN y pro gobierno), entre otros.
Juan Villoro, en “La estrella zapatista”, publicado en El País el 2 de enero de 2016, describe el trabajo discreto que ha realizado el EZLN después del levantamiento: “Lejos de la atención mediática, en sus cinco comunidades o “caracoles”, los zapatistas reinventan los días”. Pablo González Casanova, en “Los caracoles zapatistas: redes de resistencia y autonomía”, publicado en La Jornada el 26 de septiembre de 2003, escribió que los caracoles (a los que antecedieron los “Aguascalientes”) son una de las principales aportaciones que el movimiento zapatista ha hecho para construir una alternativa, desde abajo, al sistema capitalista.
Los cinco caracoles (La Realidad, Oventik, La Garrucha, Morelia y Roberto Barrios) se fundaron en agosto de 2003 y celebraron sus 15 años en el Caracol de Morelia con un festival cultural (“Comparte”), al que asistieron 1,500 personas, en su mayoría jóvenes. Posiblemente sus padres participaron en el levantamiento de 1994.
Previo al “Comparte”, en la clausura del Encuentro de Redes en apoyo al Concejo Indígena de Gobierno (CIG), realizado del 2 al 5 de agosto de 2018, el subcomandante Galeano (antes subcomandante Marcos) y el subcomandante Moisés, expresaron que el movimiento zapatista se mantiene en rebeldía y resistencia ante las amenazas latentes del capitalismo internacional (que busca apropiarse de los territorios indígenas no conquistados aún, como lo hicieron los antiguos dueños de las fincas chiapanecas). En el Encuentro de Redes surgió la invitación del EZLN para que el Congreso Nacional Indígena (CNI) deje de ser “nacional” y deje de ser “indígena”, para abrirse al mundo y sumar, a través de un Concejo internacional, las otras luchas que conforman “el mapa contemporáneo de las rebeldías y las resistencias de todo el planeta”.
*Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en El Colegio de Sonora
