Vivir con la muerte: apuntes para entender el conflicto criminal organizado del Sur de Sonora. Parte I

Antonio Barragán Bórquez*

En los últimos meses la violencia generada por el crimen organizado, y en específico la incidencia en ejecuciones y sus cualidades, se han recrudecido en los municipios del sur del Estado (Guaymas, Empalme y Cajeme). De modo tal que el impacto social que tiene este tipo de violencia se manifiesta a través de un proceso de “visibilización”. Tiroteos y asesinatos a cualquier hora del día, en lugares de concurrencia pública, en zonas habitacionales o espacios comerciales, mensajes en cuerpos desmembrados, y de advertencia en redes sociales, colocación de las llamadas “narcomantas”, asesinatos de policías y funcionarios públicos, etc. forman parte del escenario criminológico de la entidad; todo un material que describe los saldos de una “guerra”.

México, y por ende nuestra región, con una tradición que abarca décadas en el tráfico de drogas, está experimentando algo nunca antes visto; el desarrollo y agudización de un conflicto criminal organizado. Los “casos aislados” y la aparente tranquilidad que caracterizaban a Sonora en el discurso político parece haberse agotado, y resultan insuficientes para explicar el presente.

Los teóricos de las guerras civiles han equiparado la situación que se vive en México desde 2008 con la de un conflicto civil, es decir, una lucha armada entre grupos organizados dentro de una nación. De ese modo términos como; insurgencia criminal, narco-estado, guerra del narco, han aparecido en diversos análisis del problema.

Por su parte, en el terreno de estudio de fenómenos criminológicos como el crimen organizado, y en específico uno de sus efectos más devastadores; su violencia, atienden a un rasgo multifactorial y complejo, que van desde fenómenos como la globalización, el sistema económico <crisis, desigualdad social, etc.>, la debilidad institucional del Estado, el tráfico internacional de armas, hasta la cotidianidad de los barrios y comunidades, y la cultura.

En ese sentido, a pesar de que ha habido avances para entender la naturaleza de éste conflicto criminal y su comportamiento, la dimensión política de ésta aparente “guerra” difiere del carácter político que tienen las organizaciones terroristas o guerrilleras enfrascadas en las guerras civiles contemporáneas. En este caso, los narcos (o mejor dicho, los agentes del crimen organizado) no buscan la suplantación de las estructuras del Estado, sus intereses son económicos principalmente. Ello responde al propio ADN de las organizaciones delictivas, llámeseles cárteles o mafias. En consecuencia, los análisis desde la perspectiva de los conflictos armados también muestran limitaciones al no poder realizar una clara caracterización y categorización del conflicto que experimenta México.

La “guerra” en la que está sumergida nuestra nación responde a una lógica de competencia por los mercados y la ocupación del territorio; el territorio aquí adquiere vital importancia, puesto que es esencial para la operación del crimen organizado; es el “contenedor” de toda la vida social en un lugar determinado, de ahí que su localización geo-espacial y su “contenido” sean objeto de disputa entre organizaciones criminales debido al valor y significado que representan.

Esta guerra es un conflicto armado, en la que no solo se pelean determinadas economías, sino que también es una lucha por la monopolización de los significados que tiene determinada organización criminal en y para el control territorial, puesto que en la propia génesis del crimen organizado se encuentra su instinto de supervivencia y búsqueda de distinción; se crean alianzas, se dan rupturas, y algo que nos ha demostrado el desarrollo histórico de las organizaciones criminales en México y el mundo es que, como cualquier otro fenómeno social, éste tiende al cambio, es un ente carente de estática. Y en el caso mexicano se da un dinamismo en el que las organizaciones criminales desaparecen, mutan o surgen otras nuevas, y así también los conflictos.

Para comprender la situación de la violencia actual, hay que entender cómo se dio la acumulación de factores, y el entretejido de los mismos, que posibilitaron el desarrollo de este conflicto criminal organizado, en un contexto en el que “siempre” han operado las organizaciones criminales.

En ese sentido, lo que los académicos tratan de explicar es la implosión de la violencia letal que se presentó en México durante el sexenio de Felipe Calderón. Quien implementó básicamente una estrategia de contrainsurgencia, la cual tenía por objeto mermar la capacidad de las bases operativas de las organizaciones criminales a través de acciones de guerra en la calle.

Lo que hay actualmente es un conflicto criminal organizado entre las fuerzas Estatales y organizaciones criminales, y entre las propias organizaciones criminales, esto último es lo que mayormente se observa en Sonora.

Dicho conflicto posee características propias que lo distingue de otras “guerras mafiosas”, en las que la militarización de la seguridad pública de los últimos sexenios aportó significativamente en la adopción de las actuales tácticas paramilitares empleadas por las organizaciones criminales mexicanas.

Y sin embargo, como en cualquier otro conflicto armado, los civiles también importan…

*Maestro en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora

TAGS: