Lionel Messi levanta al fin su Copa del Mundo
Argentina derrotó a Francia en penales, tras una emocionante final del Mundial de Qatar 2022.
Entre la ebullición tremenda de dos futbolistas extraordinarios, en una final de la Copa del Mundo trepidante que sintió ganada dos veces Argentina, empatada por la fuerza increíble de Kyllian Mbappé y decidida en la tanda de los penaltis, Messi por fin ganó su Mundial, traspasó aún más la eternidad, culminó una carrera sublime y devolvió a Argentina a la cima del futbol por tercera ocasión en su historia, 36 años después de Maradona en México 1986, con una victoria agónica.
En su quinta y última tentativa, dentro del relato maravilloso que ya describían sus regates, goles, pases, desbordes o su imponente palmarés en el Barcelona, incluyó el momento más único e icónico de todos, tan deseado desde Alemania 2006, tan ajeno en Sudáfrica 2010 y Rusia 2018, y tan frustrante en la final de Brasil 2014 al lado de Di María, decisivo también, con un penalti y un gol, en Qatar 2022.
A sus 35 años, el astro argentino ni siquiera había nacido cuando la Albiceleste conquistó su última Copa del Mundo, al ritmo del genial Maradona, que parecía inigualable hasta que apareció Lionel, que se ha rebelado contra la presión, ha soportado la responsabilidad y lo ha canalizado todo para emocionar a un país entero, liderar a un equipo que lo complementó como nunca y trasladar al césped la destreza técnica de Scaloni, quien este domingo se mostró a la altura de Menotti y Bilardo.
Argentina dominó
Argentina dinamitó de inicio el desafío, no dudó ni un segundo. No hay apenas nada al azar en la pizarra de Scaloni (salvo alguien como Mbappé). Huye de frases hechas, lo analiza todo, exhaustivo, lo comprime en una idea y lo expone sobre el terreno con unos futbolistas que lo ejecutaron con determinación absoluta. Esto durante todo el primer tiempo hasta casi el final.
Cuando en el minuto 21 Dembele cometió una torpeza tan visible que no le quedó otra al árbitro que pitar penalti por el derribo dentro del área de Di María, más discutido por la fuerza que por el contacto en sí mismo, cuando Messi lo transformó con la seguridad propia de un fuera de serie, con un lanzamiento con el que no dio ninguna opción a Hugo Lloris, los argentinos imónían ya su propio encuentro de manera irrebatible en todo el campo.
Por futbol, por posesión, por colocación, por ocasiones, por concepto y por intensidad, en lo colectivo y en cada individualidad, siempre llegó antes entonces. En cada lance, en cada choque, en cada cobertura.
Con tan solo ocho minutos en los últimos tres choques, impedido por una sobrecarga, Di María regresó directo al once. Una tormenta para Dembele y Koundé, destrozados por el extremo, sobrepasados por el escenario, desbordados cada vez que Messi abría a la izquierda.
El 2-0 cayó en el minuto 35 por obra de "El Fideo", que remachó el trepidante y fantástico contragolpe que provocó un despeje a la nada de Upamecano y la actividad vertiginosa de Argentina, que en seis toques rebasó todas las expectativas, con un gol que no sólo realzó la rotundidad de Di María, sino de todo un bloque, desde el primero al último, desde De Paul y Messi hasta Mac Allister, origen y asistente.
Francia se veía arrollada por los lados, desactivada por el medio, inferior nombre por nombre, sitio por sitio, sin una sola noticia de su hombre crucial, Antoine Griezmann, desaparecido entre la estructura compacta de Argentina, sin visión ni opción más allá de una cantidad de camisetas celestes y blancas que lo redujeron a la nada.
Repsonde Mbappé
El fracaso general de los 'bleus' parecía entonces irremediable. Tanto demérito, tanta concesión, en una final fue un peso insoportable para Francia, que se veía sin reacción, sin espíritu, sin futbol y sin plan. El amago de rebelión que sugirió en algunos momentos fue nada más que eso, una sucesión de pases, algún regate, por fin alguna internada por la banda.
A pesar de ello, la peor Francia de este Mundial tiene aún cargaba con uno de los mejores futbolistas del planeta, capaz de destrozar cualquier pronóstico o mal panorama. Ya con casi hora y media de juego, entre el primer tiempo, los 7 minutos añadidos antes del descanso y casi 40 de la segunda parte, reemplazado hasta Griezmann en la desesperación de Deschamps, renació de repente, sin preverlo Argentina.
Había persistido en la irrelevancia más absoluta, hasta que otro penalti tan discutido como el primero ofreció a Francia una oportunidad que ni siquiera intuía, por una acción de Otamendi sobre Kolo Mouani que transformó Mbappe en su primer tiro a portería en el minuto 80. Un minuto después cayó otro gol: una volea desde la esquina del área que sobrepasó a Argentina y a 'Dibu' Martínez, provocando el despertar del equipo europeo.
Pasados los 90 minutos
Caería la prórroga, porque Lloris voló en el último suspiro para repeler el último intento de Messi, porque nadie pudo oponerse a la resurrección repentina de su oponente, porque el futbol es tan imprevisible que ni 80 minutos de una evidente superioridad son suficientes para sentirse campeón del mundo.
Ni siquiera con el 3-2, ni con Messi que remachó el gol en el minuto 109. Porque en el otro lado hubo respuesta inmediata, a través de un penalti promovido por Kolo Muani, como el primero, por mano de Montiel y transformado por Mbappé, protagonista de un triplete en la final del Mundial, desconocido salvo para Geoff Hurst en 1966, de nuevo para discutir el triunfo de Argentina, entre la locura en la que derivó el partido, con ocasiones para los dos. Entonces llegarían los penaltis.
Mbappé lanzó el primero y Messi transformó el segundo. El tercero de Coman lo paró 'Dibu' Martínez, después marcó Dybala, y el quinto lo mandó fuera Tchouameni. Paredes, metió el tercero para la Albiceleste, y Kolo Muani el segundo de Francia. El octavo y definitivo tiro lo hizo Montiel, para confirmar a Argentina como la campeona del Mundo, y a Messi como un jugador aún más eterno.