¿Así cómo, pues?
El autor es Maestro en Educación y profesionista independiente.
(SEGUNDA DE DOS PARTES)
El ulular de las sirenas se escuchaba con más volumen.
Los golpeadores hicieron a un lado el cuchillo y la pistola después de limpiarlos en la ropa para borrar huellas.
En esa espera se dio un tenso silencio, roto cuando de nuevo Jonathan dijo entre broma y en serio: “les cortaremos una pata”.
Al fin, la primera patrulla de Policía hizo su aparición; un pick up de la Preventiva Municipal. Bajaron dos oficiales y se dirigieron directo a los ladrones.
Los esposaron, y mientras los conducían a la unidad aparecieron dos autos más de Tránsito. Arturo grababa la escena con su teléfono celular.
Él había salido antes cuando inició la trifulca, armado con la larga espada ninja que tiene en su tienda para protección después de sufrir varios conatos de asalto.
Creyó eran los vecinos los necesitados de ayuda, pero al ver que los sometidos eran los ladrones, regresó a su tienda para cambiar de arma; la tecnológica.
Un policía acomodó a los ladrones en los asientos traseros de la caja de la camioneta mientras el otro pedía explicaciones a su compañero vestido de civil.
Todos querían, sin embargo, hablar al mismo tiempo y exponer lo sucedido.
Al término de las averiguaciones, la respuesta fue unánime por parte de los oficiales:
“¡Qué bueno que los golpearon!”.
Tras llenar un breve reporte y registrar los datos del muchacho casi asaltado, los autos se retiraron rápidamente.
La escena había terminado.
Mientras se alejaban, iniciaron los comentarios de lo que no se hizo y pudo hacerse, de las felicitaciones por la pronta respuesta ante el asalto, de lo bien hecho al golpear a los dos jóvenes.
¿Debemos golpear a todos aquéllos que violen la Ley o sólo a los ladrones?
¿Volverán a delinquir después de tantos golpes, piquetazos y patadas?
¿Por qué no golpeamos también a los que tiran basura?
No son fáciles respuestas.
El asunto es más profundo que las preguntas; pero todo se relaciona con un solo aspecto: Educación.
Los japoneses son enseñados desde niños a que, si algo no es tuyo, no tienes por qué tomarlo.
En Noruega, los productores de cerezas acostumbran vender sus excedentes de la cosecha en pequeños quioscos de autoservicio que ubican al lado de las carreteras.
Ponen los paquetes de cerezas, un cartel con el precio, un breve texto de agradecimiento y un bote para poner el dinero y darse cambio.
En Holanda los agricultores venden de igual manera sus excedentes en carretas que colocan fuera de sus granjas y utilizan los mismos métodos para cobrar.
No hay vigilantes, sólo se apela a la buena voluntad y respeto de los compradores.
¿Se imaginan un quiosco similar en San Pedro para vender elotes?
¿Cuánto tiempo da usted para que todo desaparezca… incluyendo el quiosco?
La diferencia del sistema educativo entre esos países y el nuestro es evidente, y en ellos sí se cumple el principio filosófico de que: a mayor educación, más cultura, mejor convivencia social.
¿Y las bicicletas de los jóvenes ladrones?
No aparecieron, se las robaron los vecinos.
El autor es Maestro en Educación y profesionista independiente.
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